En 1932, cuatro años
después de su ensayo sobre La
construcción lógica del mundo, escribió Carnap un artículo titulado
"La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del
lenguaje" (incluido en El positivismo
lógico, de Alfred Ayer). En dicho artículo se puede leer lo siguiente:
"En el campo de la metafísica
(incluyendo la filosofía de los valores y la ciencia normativa), el análisis
lógico ha conducido al resultado negativo de que las pretendidas proposiciones de dicho campo son totalmente carentes de
sentido". La crítica de Carnap apunta sus cañones directamente hacia
la metafísica de Heidegger (su obra cumbre, El
ser y el tiempo, había sido publicada en 1927) y también al sistema de
Hegel. Cita, para ilustrar su tesis, un párrafo de Heidegger:
La nada es la negación de la totalidad
de lo ente, lo absolutamente no-ente. Pero de este modo, ponemos a la nada bajo
la determinación superior de lo negativo, esto es de lo que tiene carácter de
no y, con ello, según parece, de lo negado. Ahora bien, según la doctrina
dominante y nunca cuestionada de la «lógica», la negación es una acción
específica del entendimiento. Entonces, al plantearnos la pregunta por la nada
e incluso la pregunta por su cuestionabilidad, ¿cómo podemos pretender despedir
al entendimiento? ¿Pero es tan seguro lo que estamos presuponiendo? ¿Representa
el no, la negatividad, y con ella la negación, la superior determinación bajo
la cual cae la nada como un modo particular de lo negado? ¿Sólo hay la nada
porque hay el no, es decir, la negación? ¿O es más bien al contrario? ¿Sólo hay
la negación y el no porque hay la nada? Todo esto no está decidido, ni siquiera
ha alcanzado todavía la dignidad de pregunta expresa. Pero nosotros afirmamos que
la nada es más originaria que el no y la negación (¿Qué es la metafísica?, 1929, pp. 4-5).
Vale
también incluir aquí un aserto de Hegel: "El puro ser y la pura nada son
lo mismo" (Ciencia de la lógica,
libro I), que el mismo Heidegger encomia:
Esta frase de Hegel tiene toda
legitimidad. Ser y nada se pertenecen mutuamente, pero no porque desde el punto
de vista del concepto hegeliano del pensar coincidan los dos en su
indeterminación e inmediatez, sino porque el propio ser es finito en su esencia
y sólo se manifiesta en la trascendencia de ese Dasein que se mantiene fuera,
que se arroja a la nada (ibíd., p. 12).
Ante
semejantes dislates es lógico, es súperlogico, que Carnap rebaje a la
metafísica y la considere inferior incluso a los cuentos de hadas y a los mitos:
Las proposiciones de los cuentos de
hadas no entran en conflicto con la lógica sino solo con la experiencia; tienen
pleno sentido aunque sean falsas. La metafísica no es tampoco una
"superstición"; es perfectamente posible creer tanto en proposiciones
verdaderas como en proposiciones falsas, pero no es posible creer en secuencias
de palabras carentes de sentido.
¡Completamente
de acuerdo! En lo que no estoy de acuerdo es en considerar a Hegel y a Heidegger
como grandes metafísicos cuando no fueron sino grandes embaucadores. Todas esas
frases pomposas, oscuras, abstractas, todas esas flatus vocis a que nos acostumbraron estos "pensadores" y
sus acólitos han desprestigiado a la metafísica ante los ojos de quienes de
metafísica nada conocen, como los positivistas lógicos por ejemplo, pero la han
dejado incólume ante quienes han descubierto a tiempo la impostura.
Por
un lado, los falsos metafísicos como Heidegger y Hegel; por el otro, los que
reniegan de la metafísica como Carnap. Y en el medio los auténticos
metafísicos, que dicen cosas claras, sin rodeos, con carne y con sustancia y a
quienes las balas de los positivistas y los flatos de los charlatanes les pasan
por arriba.
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