Para ser un lógico,
Rodolfito Carnap ha resultado bastante contradictorio. Hemos dicho ayer que,
según él, los cuentos de hadas, aunque sean falsos, tienen pleno sentido; pero
hete aquí que ahora, y tan solo un párrafo más abajo, sostiene que todo lo que
se nos dice y que no podemos verificar, “nosotros tampoco lo podremos
comprender”. Equipara lo comprobable con lo comprensible, y esto es
incomprensible. Porque si se consiente, como todos hemos consentido, que las
proposiciones metafísicas son incontrastables, entonces tendríamos que aceptar
junto con Carnap que “no puede haber proposiciones metafísicas plenas de
sentido”. Los cuentos de hadas “tienen pleno sentido” y la proposición que
indica que Dios existe no. Los cuentos de hadas son falsos; la proposición de
la existencia de Dios no llega ni siquiera a eso. Pero uno se pregunta, ¿a
cuento de qué viene esa discriminación en favor de los cuentos de hadas siendo
que las hadas, lo mismo que los dioses, no pueden verificarse? “El sentido de
una proposición —sostiene— descansa en el método de su verificación. Una
proposición afirma solamente todo lo que resulta verificable con respecto a
ella”. Pero ¿cómo verificamos las proposiciones que aparecen dentro de un
cuento de hadas? Imposible hacerlo; ¿y entonces por qué insiste en que los cuentos
de hadas tienen pleno sentido? Si lo tienen, entonces también lo tienen las
proposiciones metafísicas, que son tan incomprobables como la existencia de las
hadas.
Se me dirá que los
cuentos de hadas no tiene la pretensión de ser verdaderos mientras que los
juicios metafísicos sí, y en ello radica la diferencia. Pero ¿quién dice que
todos dan por sentado que los cuentos de hadas constituyen una mentira? Muchos
niños los escuchan y los toman por completamente verídicos. Y ¿no estamos
nosotros, los adultos escuchadores de cuentos metafísicos, en la misma
situación gnoseológica que los niños que esperan la llegada de los reyes magos?
Los reyes magos, supuestamente, no existen, pero no constituye un sinsentido el
hecho de aguardar su llegada. Tal vez Dios tampoco exista, pero mientras no
estemos seguros de ello no hay sinsentido alguno en esperarlo, en desearlo y en
establecer hipótesis de trabajo que lo incluyan. Sed como los niños, decía
Jesús. En la inocencia está la salvación. La salvación de las almas, pero
también la salvación de nuestro aparato cognitivo. Gente como Carnap pretende,
so pretextos de limpieza, cercenarlo, circuncidarlo. Nosotros preferimos
conservarlo entero, por más que a veces no huela tan bien como el aparato de
los positivistas.
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