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martes, 2 de agosto de 2016

Causalidad y necesidad de según Carnap

Paso ahora al capítulo 20 de la Fundamentación lógica de la física de Carnap. Aquí el autor niega, siguiendo a Hume, que el concepto de causalidad lleve implícito el concepto de necesidad. Que un efecto se produzca a partir de una causa y que esta causa se explicite a través de una o más leyes científicas descubiertas por el hombre no implica que ese efecto deba producirse necesariamente, pues las leyes científicas, dice Carnap, pueden fallar en sus predicciones. Y es claro que las leyes científicas pueden errar en sus predicciones, pero yerran porque son falsas, no porque la causalidad deje de operar en tal o cual momento. Cuando un meteorólogo anuncia lluvias y estas no se producen, no es que la ley de causa y efecto haya quedado en suspenso, sino que los datos empíricos (las condiciones iniciales) y las leyes de la meteorología con que contaba eran falsos o insuficientes. Ya lo he dicho: todas las leyes científicas son falsas y por lo tanto no se puede predecir nada con total seguridad, pero esto no rompe el vínculo indisoluble existente entre los conceptos de causalidad y necesidad. Son falsas las leyes científicas porque siempre admiten excepciones, y admiten excepciones porque sus enunciados, ya sean gramaticales o matemáticos, son finitos. Lo que hay que considerar a la hora de hablar, en sentido filosófico, de la causalidad, no son las leyes científicas que el hombre ha descubierto, sino las leyes naturales, que son las que rigen el mundo, hayan sido o no descubiertas. Estas leyes no admiten excepciones y sus predicciones son totalmente confiables, pero existe un problema: los enunciados que las describen tienen una longitud infinita. Nunca podremos conocer las leyes naturales en su total completitud, no porque no existan, sino porque sus enunciados jamás podrán entrar ni dentro de nuestras cabezas ni dentro de nuestros pizarrones. Son esos enunciados los que implican necesidad, y necesidad lógica, necesidad pura y cristalina. Los enunciados de nuestras imperfectas leyes de la ciencia podrán provocar algún fallido pronóstico e incentivar así la posición humeana según la cual lo único que relaciona las causas con los efectos es la costumbre de observarlos regularmente unidos; manejémonos mejor con leyes naturales cuando hablemos de filosofía y dejemos las leyes de la ciencia a los científicos, que mucho mejor provecho les sacan que el que pueden extraerle los epistemólogos. La ciencia aplicada es imperfecta en su finitud, es barrosa, cenagosa, y la necesidad no se sigue de sus principios con la regularidad que sería de desear; pero esto no invalida la relación causalidad-necesidad, la cual impera sin fisuras no en el ámbito de la ciencia experimental sino en la ciencia a secas, en la Ciencia. Todo es falsedad en los postulados científicos que conocemos; solo hay verdad en la Ciencia. Verdad, causalidad y necesidad. Pero como esta Ciencia es infinita, jamás la conoceremos, a menos que nosotros mismos seamos infinitos.

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