Paso ahora al
capítulo 20 de la Fundamentación lógica de la física de Carnap. Aquí el autor
niega, siguiendo a Hume, que el concepto de causalidad lleve implícito el
concepto de necesidad. Que un efecto se produzca a partir de una causa y que
esta causa se explicite a través de una o más leyes científicas descubiertas
por el hombre no implica que ese efecto deba producirse necesariamente, pues
las leyes científicas, dice Carnap, pueden fallar en sus predicciones. Y es
claro que las leyes científicas pueden errar en sus predicciones, pero yerran
porque son falsas, no porque la causalidad deje de operar en tal o cual
momento. Cuando un meteorólogo anuncia lluvias y estas no se producen, no es
que la ley de causa y efecto haya quedado en suspenso, sino que los datos
empíricos (las condiciones iniciales) y las leyes de la meteorología con que
contaba eran falsos o insuficientes. Ya lo he dicho: todas las leyes
científicas son falsas y por lo tanto no se puede predecir nada con total
seguridad, pero esto no rompe el vínculo indisoluble existente entre los
conceptos de causalidad y necesidad. Son falsas las leyes científicas porque
siempre admiten excepciones, y admiten excepciones porque sus enunciados, ya
sean gramaticales o matemáticos, son finitos. Lo que hay que considerar a la
hora de hablar, en sentido filosófico, de la causalidad, no son las leyes
científicas que el hombre ha descubierto, sino las leyes naturales, que son las
que rigen el mundo, hayan sido o no descubiertas. Estas leyes no admiten
excepciones y sus predicciones son totalmente confiables, pero existe un
problema: los enunciados que las describen tienen una longitud infinita. Nunca
podremos conocer las leyes naturales en su total completitud, no porque no
existan, sino porque sus enunciados jamás podrán entrar ni dentro de nuestras
cabezas ni dentro de nuestros pizarrones. Son esos enunciados los que implican
necesidad, y necesidad lógica, necesidad pura y cristalina. Los enunciados de
nuestras imperfectas leyes de la ciencia podrán provocar algún fallido
pronóstico e incentivar así la posición humeana según la cual lo único que
relaciona las causas con los efectos es la costumbre de observarlos
regularmente unidos; manejémonos mejor con leyes naturales cuando hablemos de
filosofía y dejemos las leyes de la ciencia a los científicos, que mucho mejor
provecho les sacan que el que pueden extraerle los epistemólogos. La ciencia
aplicada es imperfecta en su finitud, es barrosa, cenagosa, y la necesidad no
se sigue de sus principios con la regularidad que sería de desear; pero esto no
invalida la relación causalidad-necesidad, la cual impera sin fisuras no en el
ámbito de la ciencia experimental sino en la ciencia a secas, en la Ciencia.
Todo es falsedad en los postulados científicos que conocemos; solo hay verdad
en la Ciencia. Verdad, causalidad y necesidad. Pero como esta Ciencia es
infinita, jamás la conoceremos, a menos que nosotros mismos seamos infinitos.
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