A mi viejo amigo Charles Sanders
Peirce, a cuyo compañerismo filosófico en los viejos tiempos y a cuyos escritos
en años más recientes debo más inspiración y apoyo de lo que puedo expresar o
recompensar.
William James, La voluntad de creer, dedicatoria
Esta visión
antiuniversalista y excesivamente plástica del concepto de verdad postulada por
James no era aceptada por todos los pragmatistas norteamericanos. Charles
Peirce, el verdadero fundador de la escuela pragmatista, la rechazó, y propuso rebautizar
su filosofía para diferenciarla de la de James:
En la actualidad la palabra [pragmatismo] empieza a
encontrarse de vez en cuando en revistas literarias, donde se abusa de ella de
la manera despiadada que las palabras deben esperar cuando
caen en las garras literarias. [...] Entonces, el
autor, encontrando a su criatura del “pragmatismo” así promovida, siente que es
hora de dar un beso de despedida a su niño y de abandonarlo a su más elevado
destino, mientras que para el propósito preciso de expresar la definición
original tiene el gusto de anunciar el nacimiento de la palabra
“pragmaticismo”, que es lo suficientemente fea para estar a salvo de
secuestradores (“Qué es el
pragmatismo”, artículo publicado por Peirce en The Monist,
XV, abril de 1905, incluido en su Obra
filosófica reunida, tomo II, pp. 576-7 de la edición electrónica).
Escribe
Peirce que tanto James como Schiller han hecho que esa palabra implique “la
voluntad de creer, la mutabilidad de la verdad, la solidez de la refutación al
movimiento de Zenón y el pluralismo en general” (ibíd., tomo II, p. 785). Desde una carta
fechada el 7/3/1904, reconviene a James del siguiente modo: “Tú y Schiller
lleváis el pragmatismo demasiado lejos para mí. No quiero conducirlo a la
exageración sino mantenerlo dentro de los límites establecidos por las
evidencias a su favor” (ibíd., p. 40). En 1907, año en que James
publicara El pragmatismo,
escribió un artículo de idéntico nombre a través del cual estrecha notablemente
el significado del término y lo circunscribe al terreno de la lingüística. El
pragmatismo, dice, es “solo un método
para averiguar los significados de las palabras brutas y de los conceptos
abstractos” (ibíd., p.
687).
Pero el estilo de Peirce era oscuro y erudito, todo lo contrario del estilo de
James, de ahí que su pensamiento no trascendiera las fronteras
universitarias. Sus escritos se inclinaban demasiado hacia el rigorismo
matemático, y el propio James, que lo admiraba como pensador y a la vez le
aconsejaba “popularizar” su filosofía, se lo hacía notar constantemente. A las
puertas de unas conferencias que dictaría Peirce en Cambridge en el invierno de 1898, y para que sus concepciones
pudiesen medrar tal como medraban las suyas, le sugería James lo siguiente
luego de recibir el borrador del programa:
Lamento
que estés tan apegado a la lógica formal. Conozco nuestra escuela de graduados
de aquí, y también la conoce Royce, y ambos estamos de acuerdo en que hay sólo
tres hombres que podrían quizá seguir tus diagramas y relativos. […] Hay
materia suficiente en los dos primeros volúmenes del prospecto de tu sistema para dar un breve curso sin entrar en
ningún simbolismo matemático [...]. Ahora sé un buen muchacho y elabora un plan
más al alcance de todos. No deseo que el auditorio se reduzca a tres o cuatro
alumnos, y no veo cómo podríamos evitarlo con el programa que propones... Tú difícilmente te imaginas qué poco
interés existe en los aspectos puramente formales de la lógica. [...] Escríbeme
entonces si aceptas todas estas condiciones y, por favor, haz que las
conferencias contengan lo menos matemático que haya en ti (carta de James a Peirce del
22/12/1897, citada por Ralph Perry en El
pensamiento y la personalidad de William James, p. 287).
Estas
recomendaciones se repitieron una y otra vez, hasta que Peirce se
cansó y estalló: “Es muy hiriente que me digas a cada momento que soy
totalmente incomprensible” (carta a James del 3/10/1904, citada en ibíd, p.
292). Pero James tenía razón: Peirce fue siempre
incomprensible para los asistentes a sus conferencias y también para sus
lectores “no iniciados”. Y
al decir de Ralph Perry, también fue mal comprendido por el propio James: “El
movimiento moderno conocido como pragmatismo es en gran medida resultado de la
interpretación equivocada que James hizo de Peirce” (ibíd., p. 285). Si esto es
así, lo que hoy se conoce popularmente como pragmatismo es una regurgitación
mal digerida de otro sistema mucho más serio y coherente, pero muy mal
explicado. Por eso siempre recalco la
importancia de escribir bien y en forma llana. Si Peirce hubiese
sido tan buen escritor como lo fue James, tal vez el pragmatismo habría
padecido menos inconsistencias lógicas que las que tuvo en manos de su más
conspicuo propagandista.
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