Una exquisita definición de Alexis de
Tocqueville:
Escapar
al espíritu de sistema, al yugo de las costumbres, de las máximas de familia,
de las opiniones de clase, y hasta cierto punto de las preocupaciones
nacionales; no tomar la tradición sino como un indicio y los hechos presentes
como un estudio útil para obrar de otro modo distinto y mejor, buscar por sí
mismo y en sí mismo la razón de las cosas y dirigirse al resultado, sin
detenerse en los medios, y consultar el fondo sin mirar la forma, tales son los
principales rasgos que caracterizan lo que llamaré método filosófico de los norteamericanos (La democracia en América, libro segundo, primera parte, capítulo I).
“Dirigirse al resultado, sin detenerse en los medios”.
Esto fue escrito en 1840. Vemos así que el pragmatismo norteamericano es
algunos años más antiguo que William James. La filosofía llegó a Norteamérica
de la mano de los puritanos, quienes no solo fueron los pioneros de la colonización
del nuevo mundo, sino también los pioneros en cuestiones de pensamiento. Y así
como los primeros puritanos norteamericanos eran hombres de acción y no tanto
de palabras, así también la filosofía puritana que exportaron “fue un sistema
práctico enderezado a la acción” (Herbert Schneider, Historia de la filosofía norteamericana, p. 21), justamente la
filosofía que necesitaba el nuevo país que estaba naciendo para desarrollarse con
celeridad y ponerse a la par de las naciones europeas.
Tomemos como ejemplo de esto de
dirigirse al resultado sin reparar en los medios, el tema de los linchamientos,
ahorcamientos y ajusticiamientos sumarios de todo tipo que abundaron en el
territorio norteamericano en el siglo XIX. En las colonias, sobre todo en las
del oeste, no existían, por lo general, ni jueces ni jurados, incluso a veces
ni comisarios había que hiciesen respetar la ley y aplicasen el castigo
correspondiente a los malhechores. Tenían, pues, los pobladores que defenderse
como pudieran. Si pescaban in fraganti
a un bandido o a un asesino, y podían reducirlo, directamente lo asesinaban, no
existía otro medio para poner a resguardo la incipiente sociedad que se veía
amenazada constantemente por este tipo de sucesos. Esta modalidad de justicia
nos parece ahora monstruosa, pero algo había que hacer con los malvivientes
para evitar la disolución social y la emigración de la gente honrada y
trabajadora. El procedimiento era cruel, pero no había otro. Hoy, existiendo
jueces, policías y cárceles en todos lados, las ejecuciones sumarias y los
linchamientos casi han desaparecido de los Estados Unidos y de la faz de la
tierra.
Pasemos ahora a la filosofía
norteamericana. En Norteamérica estaba todo por hacer, había que cultivar los
campos, defenderse de los indios, construir viviendas, criar el ganado, en fin,
empezar de cero. Muy poco tiempo para pensar, porque el tiempo se consumía casi
completo en el hacer. De ahí que se comprenda y hasta se justifique un sistema
de pensamientos que priorice la acción, que ponga por encima de todo el
resultado y muy por debajo los medios a emplear para obtenerlo. Porque la
melindrosidad en los medios exige criterios, cavilaciones, estudios previos, en
definitiva, tiempo, y en las colonias norteamericanas todo era urgencia. Así
nació el espíritu pragmático norteamericano. Pero así como los linchamientos,
siendo imposibles de evitar en un principio, ya no se implementan en
Norteamérica, porque el sistema judicial norteamericano ha evolucionado en este
sentido, así también la filosofía norteamericana, caracterizada por ese burdo
pragmatismo, debería evolucionar hacia otras doctrinas en las que lo teórico
sea prioritario y el amor a la indagación superior al amor a la utilidad. El
pragmatismo, como método filosófico, es hoy día un anacronismo, un linchamiento
a la filosofía, un apaleamiento del concepto de verdad como concordancia del
juicio con el hecho. Si los jueces norteamericanos han tenido la grandeza de
abolir los linchamientos porque ya no son propios de esta época, ¿por qué los
pensadores norteamericanos no abolen el pragmatismo, siendo que ahora las
circunstancias ya no los apuran tanto y les sobra el tiempo como para idear
algún otro sistema menos rústico? Si no lo hacen, no creo que sea tanto por
convicción sino por falta de humildad, por no querer reconocer los errores de
su tradición filosófica, o por pereza mental.
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