Me parece que algunos de mis críticos
sufren mucho debido a su incapacidad casi patética para comprender las tesis
que intentan refutar.
William James, El significado de la verdad,
prefacio
De todos los críticos del pragmatismo de James, el que ha resultado más
demoledor, claro e inteligente ha sido el uruguayo Carlos Vaz Ferreira. Y como
por ser latinoamericano su crítica no ha trascendido demasiado, la transcribiré
aquí con algún detalle:
Mientras los pragmatistas
se han limitado a mantenerse en el terreno especulativo, y a dar una teoría de
la verdad, no han hecho [...] más que explicar la verdad. Pero, de esta explicación
de la verdad, han pretendido sacar consecuencias prácticas, y, en este punto,
llamo la atención de ustedes de la manera más especial sobre el gravísimo error
cometido.
La confusión fundamental de
James y de los otros pragmatistas, ha consistido en pretender sacar consecuencias
prácticas de lo que no hubiera debido ser más que una definición o explicación
de la verdad. Han cometido el mismo
sofisma que hubiera cometido Berkeley si hubiera pretendido sacar consecuencias
prácticas de su idealismo.
Supongamos que los
argumentos de Berkeley nos han convencido: que nos hemos hecho idealistas: lo cual
quiere decir que hemos admitido que la materia no es otra cosa que estados de
conciencia. Una vez que hemos admitido esta doctrina, ¿hay algo cambiado en la
práctica? ¿Significará, la admisión del idealismo, que, desde ese momento, lo
que era, por ejemplo, duro, pesado, suave, blando, sólido, líquido o gaseoso,
deje de ser lo que era antes? ¿Implicará, por ejemplo, que desde ese momento no
deberemos ya tener miedo de que nos atropelle un vehículo o de que nos caiga un
andamio en la cabeza? [...] Porque seamos idealistas ¿ya no deberemos, como
antes, evitar el golpe de un arma filosa o el de un objeto pesado? No, en
manera alguna. Hemos explicado la
materia por estados de conciencia; pero los estados de conciencia siguen siendo
lo mismo que antes. [...]
Pues bien: a mí me parece
evidente que los pragmatistas, al pretender deducir consecuencias prácticas de
sus teorías de la verdad, han caído exactamente
en ese mismo sofisma.
¿La verdad se reduce a las
consecuencias próximas y remotas, reales y posibles, de una proposición o
doctrina?
Perfectamente. Aun
suponiendo que admitamos nosotros esa explicación de una manera plena y sin
reserva alguna, aun en ese caso, lo que era verdad antes de admitirla, sigue
siendo verdad después: lo que era error antes, sigue siendo error ahora: lo que
era verdadero o falso, dudoso o probable, legítimo o ilegítimo desde el punto
de vista lógico, sigue siendo exactamente lo que era antes. Debemos seguir
temiendo al error, después de ser pragmatistas teóricos, como debemos seguir
temiendo a los trenes o a los golpes, después de ser idealistas teóricos. No
hay nada modificado.
El sofisma consiste, pues,
en haber procurado sacar, de una definición
de la verdad, consecuencias prácticas, relativas a nuestras relaciones con la
verdad. Exactamente como el sofisma de un berkeleyano que no hubiera comprendido
el sistema, hubiera podido consistir en sacar de una definición de la materia,
consecuencias prácticas, mecánicas, referentes a nuestras relaciones con la
materia.
Voy a presentar otro
aspecto del mismo sofisma.
Admitamos siempre la teoría
pragmatista de la verdad. La verdad se reduce a consecuencias: la verdad es consecuencias.
¿De qué consecuencias se
trata? ¿De todas las consecuencias,
actuales y futuras, reales y posibles, conocidas y desconocidas, previsibles e
imprevisibles (como a veces, en ciertos momentos, lo sostienen los pragmatistas)?
¿O bien se trata de algunas consecuencias;
por ejemplo: de las consecuencias que pueden percibirse, que pueden preverse:
de las consecuencias que ocurren en un momento dado o en una época dada; de las
que afectan a un individuo determinado o a una sociedad determinada?
En el primer caso, como he
procurado explicarlo, el pragmatismo teórico no afecta absolutamente en nada las reglas de creencia; en el
segundo caso sí las afecta. Es entonces cuando el pragmatismo podría tener
consecuencias prácticas: pero es entonces cuando el pragmatismo se vuelve una
doctrina funesta.
La verdad de una doctrina,
nos dicen loe pragmatistas, se reconoce en su "éxito"... Palabra
elástica, vaga y de mal uso. ¿De qué éxito se trata? ¿De un éxito concreto,
temporal, que ocurre en un momento dado para una persona, para varias personas,
para una sociedad? ¿Reconocemos (como dice Schiller) la verdad de una idea en
que podemos cabalgar sobre ella? Muy bien: en ese caso, si yo sostengo que Dios
es Dios y Mahoma su profeta, y si lo sostengo en Turquía, cabalgo sobre esa idea; si lo sostengo en la República del Uruguay,
no cabalgo. ¿Eso quiere decir que la idea, en el primer caso, sea verdadera, y en
el segundo caso sea falsa? Inmediatamente responderían los pragmatistas: "¡No!
Hay que tomar ampliamente las consecuencias: no se trata del éxito de una
persona, ni siquiera, tal vez, del éxito de una sociedad; se trata, no
solamente de consecuencias próximas, sino de consecuencias remotas, y aun de
consecuencias posibles"; pero en ese caso, volvemos otra vez a la primera
doctrina; y entonces el pragmatismo —fíjense bien en esto-- queda encerrado en
un dilema: o bien su definición de la
verdad se refiere a todas las consecuencias tomadas con la mayor amplitud, y
entonces no modifica la práctica; o bien modifica la práctica, pero es prescindiendo
de algunas consecuencias posibles, por lo menos, de las creencias; y, en este caso, modifica la práctica en mal
sentido, y el pragmatismo se vuelve un sistema funesto, porque nos conduce
a tomar en muchísimos casos el error por verdad, buscando el criterio del
éxito. Error y verdad, aun en el sentido amplio de los mismos pragmatistas.
[...]
William James, como
procuraré dentro de un momento mostrarlo con citas de sus obras, piensa y
escribe en un estado de oscilación continua [...]. A veces toma el pragmatismo
en un sentido; a veces, en otro; justifica, por ejemplo, el pragmatismo
teórico, y después pasa a justificar el pragmatismo práctico como si fuera una
consecuencia de él. Cuando encuentra alguna dificultad y sin darse cuenta de
ello, vuelve al primer sentido; y esto explica, entre otras cosas, la buena fe
evidente con que se queja de haber sido mal comprendido.
Procuraremos ver claro esto
con algunas citas. Sigan ustedes este párrafo:
Al frente de esta corriente de lógica científica se hallan
Schiller y Dewey con la explicación pragmática de lo que significa la verdad en
todos los sitios (William James, El
pragmatismo[1]).
Significa: noten que aquí se trata de lo que yo he llamado
el pragmatismo teórico, esto es, de una explicación
de la verdad.
Estos profesores dicen que en todas partes verdad —en
nuestras ideas y creencias— significa lo mismo que en la ciencia. No quiere
decir, explican, sino que las ideas (que no son sino partes de nuestra
experiencia) llegan a ser ciertas en cuanto nos ayudan a entrar en relación
satisfactoria con otras partes de nuestra experiencia.
De modo que continúa el
autor tomando el pragmatismo en el sentido teórico: se trata de la significación
de la verdad. Y, después de unas pocas líneas, continúa así:
Cualquier idea sobre la que podamos cabalgar, por así
decirlo, cualquier idea que nos conduzca prósperamente de una parte de nuestra
experiencia a otra, enlazando las cosas satisfactoriamente, laborando con
seguridad, simplificándolas, ahorrando trabajo es verdadera; esto es, verdadera
instrumentalmente.
Creo que, después de la
explicación precedente, ustedes han podido notar con facilidad cómo el autor se pasa, se corre, del primer sentido al
segundo. En las primeras líneas del pasaje, habla de lo que la verdad significa: hace lo que haría Berkeley al
decirnos que la materia se compone de estados de conciencia —lo cual no debe
modificar en nada nuestras relaciones mecánicas con la materia —; pero, en la
parte final del pasaje, nos dice que una idea en la cual podemos cabalgar, es
una idea verdadera. ¿Qué quiere decir cabalgar? Es evidente que aquí se refiere
a un éxito personal; en todo caso, limitado; que aquí piensa únicamente en algunas de las consecuencias prácticas
de la idea. Un mahometano, por ejemplo, cabalga sobre su mahometismo, a
condición de estar en Turquía. ¿Quiere decir eso que su mahometismo sea
verdadero? No, aun dentro de la teoría de
James, aun dentro de la teoría que admitía al principio de su pasaje, porque allí no se trataba únicamente de
algunas consecuencias, sino de todas,
incluso todas las posibles; pero en la segunda mitad del pasaje, se refiere
únicamente al éxito práctico, a ese éxito concreto que traduce únicamente
algunas de las consecuencias de la doctrina. [...]
Véase en la siguiente frase
un ejemplo típico de la aplicación viciosa del pragmatismo:
Si las ideas teológicas prueban poseer valor para la vida
concreta, serán verdaderas para el pragmatismo en la medida en que lo consigan.
Su verdad dependerá enteramente de sus relaciones con las otras verdades que
también han de ser conocidas.
Una consecuencia de este
orden no se deduce, en manera alguna,
del pragmatismo teórico. El pragmatismo teórico consistía en sostener que la
verdad, analizada, se reduce a las consecuencias de las doctrinas; pero a
condición de que entren todas las consecuencias, no sólo reales sino posibles.
Mas aquí no se trata de eso: el autor habla de “la vida concreta”. Una persona determinada, o una sociedad
determinada, encuentra, en un momento dado, "éxito": éxito de
cualquier orden, sea material, sea espiritual, en ciertas ideas teológicas. Aun
dentro del pragmatismo teórico, eso no quiere decir que sea aplicable a dichas
ideas teológicas la definición de la verdad: se ha prescindido de consecuencias
remotas, de consecuencias posibles, y la prueba de que es así, es que, este
criterio de verdad, podríamos nosotros aplicarlo a otras ideas teológicas, que el
mismo James reconocerá, como otro cualquiera, que son falsas (por ejemplo, el
fetichismo, o la adoración de los animales), y que, sin embargo, en su tiempo,
han tenido, como diría James, un valor para la vida concreta…
Es, pues, siempre, el mismo error. Un
berkeleyano que comprendiera inteligente y consecuentemente su sistema, nos
diría: "La materia se reduce a estados de conciencia. Pero todas nuestras
reglas de conducta con relación a la materia, sean racionales, sean instintivas,
lo mismo que nuestros sentimientos hacia la
materia; todo eso, debe quedar". [...] Pues bien: exactamente del mismo
modo, aun cuando se admita el pragmatismo teórico de James, ha de quedar
subsistente, por una parte, toda la lógica, a condición, naturalmente, de que
sea lógica buena: como queda subsistente el arte de edificar, dentro del
idealismo de Berkeley, así ha de quedar subsistente, dentro del pragmatismo
teórico, el arte de pensar. E igualmente, por otra parte, como quedan
subsistentes, dentro del idealismo de Berkeley, nuestros instintos relativos a
la materia, así también han de quedar subsistentes nuestros instintos y
nuestros sentimientos relativos a la verdad, aun dentro del pragmatismo teórico
de James. Por ejemplo: ese sentimiento que hace que nosotros distingamos lo
verdadero de lo que tiene éxito, ese sentimiento que nos conduce a reprobar la
conducta de los que adoptan creencias teniendo en cuenta su éxito, todos estos
sentimientos, son legítimos, y deben quedar, dentro de la teoría de James, y
siempre que ella sea debidamente comprendida.
Diré solamente que la verdad es una especie de lo bueno y
no como se supone corrientemente una categoría distinta de aquello coordinada
con ello. La verdad es el nombre de cuanto en sí mismo
demuestra ser bueno como creencia.
Esta es una confusión de
términos, que puede llevar a una confusión de ideas.
Supongamos que un hombre es
mahometano en Turquía, y otro es mahometano en el Uruguay. En estos dos casos,
hay un elemento común y un elemento
distinto. El elemento común, es el que nosotros estamos acostumbrados a
llamar verdad o falsedad de la doctrina, idéntico en un caso o en otro; y el
elemento distinto, es un elemento de éxito, o, si ustedes quieren, de bien.
William James, como
cualquiera, es muy libre de designar esos dos elementos con el mismo nombre;
pero en ello no encontramos ningún beneficio, y sí, al contrario, graves inconvenientes.
Sin duda, la cuestión de
designación será una cuestión de palabras. Pero es indudable que, en el hecho,
hay en esos dos casos un elemento común que no es de la misma clase que el otro
elemento; y, por consiguiente, es razonable y práctico seguir llamando al uno
"verdad" y al otro "éxito", como estamos acostumbrados a
hacerlo.
Naturalmente que un
pensador como James tenía que tropezar en esta dificultad, y había de procurar
resolverla.
Véase este párrafo, que es
característico:
Acabo de decir
que lo que nos conviene es verdadero, a menos que la creencia no entre en
conflicto incidentalmente con otra ventaja vital. Ahora bien: en la vida real,
¿con qué beneficios vitales se halla más expuesta a chocar cualquier creencia
particular nuestra? ¿Con cuáles sino con los beneficios vitales aportados por
otras creencias, cuando éstas prueban ser incompatibles con aquéllas? En otras
palabras, el enemigo mayor de cualquiera de nuestras verdades puede serlo el
resto de nuestras verdades.
Si se comprende bien este
párrafo, se ve la prueba más acabada de aquella oscilación de William James. En
sus ejemplos concretos anteriores (como, por ejemplo, en el de las ideas
teológicas, que cité hace un momento), él se refiere a algunas consecuencias de las doctrinas; tropieza con la dificultad,
y entonces se refugia, como ahora, en el pragmatismo amplio, puramente teórico,
que abarcaría todas las consecuencias
de las doctrinas, sin darse cuenta de que, una vez que sea ese el pragmatismo
que él admita, no tiene derecho a sacar de él ninguna consecuencia práctica.
[...]
Un párrafo muy interesante
para la crítica:
Nuestra obligación de buscar la verdad es parte de nuestra obligación
general de hacer lo que paga.
(Pagar, en el sentido de dar resultados)
El pago que dan las ideas verdaderas es la única razón de nuestro deber
de adoptarlas. Idéntica razón existe en el caso de la riqueza o de la salud. La
verdad no nos reclama otra cosa, ni nos impone otra clase de deber que lo que
hacen la salud o la riqueza. Todas estas imposiciones (claims) son condicionales; los beneficios concretos que ganamos son
lo que queremos significar cuando llamamos un deber a la persecución de la
verdad. En el caso de la verdad, las creencias falsas trabajan tan
perniciosamente, a la larga, como las creencias verdaderas trabajan
beneficiosamente.
Esta imagen puede
perfectamente servirnos para acabar de comprender, si aún fuera preciso, el
sofisma capital del pragmatismo. Voy a servirme de la misma comparación: Lo que
James no ha sabido ver, aunque sus expresiones literales indiquen otra cosa, es
que, la verdad, paga, es cierto; pero paga a crédito. El sofisma del
pragmatismo práctico ha sido no ver
más que el pago al contado, o, cuando más, en materia de crédito, no ver muy
lejos. De manera que, si bien teóricamente los pragmatistas tienen en cuenta el
crédito en toda su extensión […], cuando pretenden sacar consecuencias
prácticas de la doctrina, o no ven el crédito, o lo ven con una vista muy
estrecha o muy corta. (Naturalmente, hay una diferencia; la imagen es
imperfecta desde un punto de vista, y es éste: que, el crédito de la verdad, es
infinito: quiero decir con esto que nunca puede limitarse de antemano el
beneficio o la cantidad de beneficio que una verdad pueda rendir. Salvo esta
diferencia, la misma metáfora de James es adecuada para suministrarnos un
ejemplo de su paralogismo).
De manera que la conducta
práctica (teniendo en cuenta ese crédito ilimitado de la verdad), la conducta
práctica verdaderamente razonable y útil, aun pragmáticamente, consiste en no pensar en el pago. Justamente
porque nadie puede determinarlo de antemano; justamente porque nadie puede
saber la cantidad de beneficio que una verdad puede darnos; justamente porque
podemos considerar ese beneficio como prácticamente ilimitado, nuestra conducta
práctica más razonable, aún desde el punto de vista pragmatista, es la de
buscar la verdad incondicionalmente y prescindiendo en absoluto de esos beneficios:
dándolos por seguros.
[…]
Dentro de los principios pragmáticos, no podemos rechazar una hipótesis
si se siguen de ella consecuencias utilizables para la vida. Las concepciones
universales, como cosas que hay que tener en cuenta, pueden ser tan reales para
el pragmatismo como lo son las sensaciones particulares. No tienen en verdad
ningún significado y ninguna realidad, si no tienen ningún uso. Pero si tienen
algún uso, tienen, en esa misma proporción, significado.
Ustedes mismos notan ya que
en algunos casos, como en éste, las aplicaciones de la doctrina se vuelven
demasiado groseras; y precisamente ello ocurre a consecuencia siempre de la
misma falacia: después de haber sentado una doctrina que se referiría a todas
las consecuencias reales y posibles, presentes y futuras, las cuales nunca
pueden preverse de antemano, James, en ciertos momentos, piensa sólo en las
consecuencias inmediatas o visibles, concretamente, en un momento dado, en una
época dada, y nos dice, por ejemplo, que "no podemos rechazar una
hipótesis si se siguen de ella consecuencias utilizables". ¿En qué está
pensando James en este momento?... Consecuencias
"utilizables": ¿cuándo? ¿Para quiénes?... Al hablar así,
evidentemente, James está pensando sólo en consecuencias utilizables en un
momento dado, para un individuo, para una sociedad. Oscila, pues, se corre de
una a otra concepción; y de una doctrina sin duda seria y profunda, como el
pragmatismo teórico, puede llegar, en virtud de esa oscilación, a consecuencias
tan groseras como las que se exponen en el pasaje leído.
El criterio de
James hubiera podido aplicarse a cualquier doctrina falsa,
en la época en que dominaba; y si esa doctrina falsa ha sido sobrepasada por la
humanidad, ha sido gracias a la acción de los que rechazaban las hipótesis no
obstante sus consecuencias utilizables, y a pesar de la acción de los que se
atenían inconscientemente a la estrecha y grosera regla pragmatista.
(Carlos Vaz
Ferreira, “El pragmatismo” (1909), ensayo incluido en el libro Tres filósofos de la vida, pp. 148 a 161.)[2]
[1] El resto de las citas que
trae a colación Vaz Ferreira también pertenecen a este libro de James.
[2] Henri Bergson no coincide
con Vaz Ferreira: "Se ha dicho que el pragmatismo de James
no era más que una forma del escepticismo, que rebajaba la verdad, que la
subordinaba a la utilidad material, que desaconsejaba, que desalentaba la
búsqueda científica desinteresada. Una tal interpretación jamás vendrá al
espíritu de quienes lean atentamente la obra" (El pensamiento y lo moviente, cap. VIII, p. 202). Deberemos, pues,
Vaz Ferreira y yo, leer nuevamente el
libro de James, y esta vez con mayor
atención…
No hay comentarios:
Publicar un comentario