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lunes, 10 de abril de 2017

La virtud frente a la vanidad

Tampoco el deseo de que nos desprecien, que en sí es espiritualmente positivo, tiene que sobrepujar al deseo del comportamiento virtuoso, no sea que evitemos beneficiar al prójimo con la excusa de que nos están observando terceras personas que posiblemente nos aplaudan. Al comportamiento virtuoso no le interesan esas fruslerías, se realiza lo mismo en soledad de que ante una multitud. De preferencia en soledad, o a la vista de pocos; pero eludir una llamada de auxilio para eludir un aplauso es poner la ética patas para arriba. Si en vez del bienhechor desprecio, nos han aplaudido por nuestra conducta —o por nuestras palabras, en mi caso—, la tarea siguiente, mucho más compleja que un salvataje o que la escritura de un ensayo, será evitar el envanecimiento, el querer hacer, escribir, decir cosas con el objetivo y la intención de que los demás nos aplaudan. Si esto sucede, entonces sí habremos perdido una crucial batalla.

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