Vistas de página en total

sábado, 15 de abril de 2017

William James y la pobreza

 Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mammón.
Mateo 6:19-21.

De los tres votos que exige la Iglesia Católica para ingresar a sus filas como sacerdote, el que más me simpatiza, sin dudas, es el de la pobreza. El de la castidad, como dije ayer, me resulta muy difícil de implementar, y el de la obediencia me parece contrario a las exigencias del librepensamiento, pero el voto de pobreza es poesía tanto para el laico como para el consagrado. También me resulta muy difícil de implementar; pero a diferencia del de castidad, me siento indigno, inmundo y rastrero por no poder llevarlo a la práctica. Y para mi sorpresa, el propio William James, hombre de no poca fortuna, era partidario de este voto, o al menos pretendía que el pueblo norteamericano calibrase su mira hacia otros objetivos no tan emparentados con el lucro:

Entre los pueblos de habla inglesa, especialmente, vuelve a ser necesario que se entonen con valentía alabanzas de la pobreza. Hemos crecido literalmente temiendo ser pobres. Menospreciamos a cualquiera que elige la pobreza para simplificar y preservar su vida interior. Si una persona no se une a la lucha y al anhelo general por hacer dinero, la consideramos sin espíritu y sin ambición. Incluso hemos perdido el poder de imaginar lo que la antigua idealización de la pobreza podía haber significado: la liberación de las ataduras materiales, el alma insobornable, la indiferencia viril hacia el mundo; resolver las propias necesidades por lo que se es o se hace y no por lo que se posee, el derecho a desaprovechar la vida irresponsablemente en cualquier momento, una disposición más deportiva, en resumen, la forma moral de lucha. Cuando los que pertenecemos a las llamadas clases superiores quedamos horrorizados, como ningún hombre en la historia lo ha estado, de la dureza y fealdad material, cuando aplazamos el matrimonio hasta que la casa pueda estar bien decorada y temblamos con el solo pensamiento de tener un hijo sin poseer una cuenta saludable en el banco, es el momento para que los pensadores protesten contra un estado de opinión tan poco humano e irreligioso. [...] Recomiendo que mediten seriamente sobre este tema, ya que es seguro que el temor a la pobreza que prevalece en las clases cultas es la enfermedad moral más grave que padece nuestra civilización (Las variedades de la experiencia religiosa, tomo II, capXIV, pp 407-8).


Es lástima que los intelectuales norteamericanos hayan adoptado el nudo central del pensamiento de James —el pragmatismo— y hayan dejado de lado estas refrescantes reflexiones periféricas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario