La religión no es el punto de partida
de la moral, sino que, por el contrario, las leyes morales están orientadas al
conocimiento de Dios. Situando la religión antes que la moralidad, esta habría
de guardar alguna relación con Dios y ello daría lugar a tomar a Dios como un
poderoso señor al que se ha de halagar.
Immanuel Kant, Lecciones de ética
La religión, se
dice, es la salvaguarda de la ética, de suerte que si la religiosidad mermase,
proliferarían como nunca los canallas y los aprovechadores. Pero no es seguro,
dice De Waal, que el buen comportamiento vaya a eclipsarse si desaparecen las
religiones, puesto que a la ética no la puso en nuestro espíritu la religión
sino la biología:
Cualquiera que sea el papel de la
religión en la moralidad, es algo que ha venido después. La moralidad surgió
antes, y la religión moderna se la apropió. En vez de darnos la ley moral, las
grandes religiones se inventaron para reforzarla (El bonobo y los diez mandamientos, p. 248).
Coincido con que la moralidad es
anterior a la religión si tomamos por “religión” todo lo exterior, lo
institucional y lo gregario, que esta palabra representa. Pero si entendemos
por religión lo que entendía William James, el misticismo pietista, la interioridad,
el diálogo con lo divino o el anhelo de lo divino, y tomamos lo que la mayoría de la gente
entiende por religión, que es la carcasa de la misma, como algo secundario y
hasta indeseable en algunas ocasiones, llegaremos a la conclusión de que esta religión
no surgió antes ni después de la moralidad, sino al mismo tiempo, porque la
religión, en su sentido estricto, no es otra cosa que la bondad en su máxima
expresión.
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