Jesús, en el Evangelio de
Lucas (6:41), recomienda no criticar a los demás, porque uno suele ver la paja
en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Arthur Schopenhauer entiende que
aquella crítica puede ser productiva, quizá no tanto para el criticado como
para el propio criticón:
Aquellos
que tienen la inclinación y la costumbre de someter con calma, con
recogimiento, a una crítica mordaz y atenta el comportamiento exterior,
el modo de vida en general de los otros, trabajan con ello en su propia mejora
y perfeccionamiento [...]. El Evangelio moraliza
de forma ejemplar sobre la astilla en el ojo ajeno y la viga en el propio: pero
la naturaleza del ojo lleva consigo el hecho de que el ojo mira hacia fuera y
no hacia adentro; de ahí que observar y censurar los errores en los otros
resulte un método muy apropiado para interiorizar nuestros propios errores.
Para contribuir a nuestra enmienda precisamos un espejo (El arte de envejecer, § 15).
Muy acertada reflexión, a la que agrego
el consejo de que la crítica sea directa y no a modo de chisme que se esparce
con el viento. No siempre, por desajustes de tiempo o espacio, podemos criticar
a una persona frente a frente, pero cuando la posibilidad existe no hay que
desaprovecharla.
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