Nulla dies sine linea (“ningún día sin una línea”), recomendaba Plinio
el Viejo (Naturalis historia, XXXV, 84). Sabio
consejo para nosotros los escribidores, consejo al que me agarro con uñas y
dientes desde siempre pero al que solamente ahora, que dispongo de mayores
tiempos libres, puedo rendirle verdadero tributo.
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