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sábado, 16 de julio de 2011

Filosofía y retórica (parte IV)

Gran método de parimiento de ideas es la mayéutica, pero tiene sus contraindicaciones, como ya dije. No sirve para quien no posee facilidad de palabra ni tampoco para quien no tiene a mano maestros o discípulos idóneos. Además, se requiere de una agilidad mental extraordinaria para poder responder cuestiones filosóficas intrincadas en un parpadeo, porque el diálogo pide ritmo continuo y precipitado y sólo de mala gana admite las pausas. Los requisitos para ser un buen aprendiz o instructor en el arte de la mayéutica son, pues, demasiado severos; sólo a un Sócrates o a un Platón podría convenir este sistema. Y sin embargo, tenemos hoy en día, al alcance de la mano, un avance tecnológico que podría potencialmente utilizar la principal ventaja del arte de la mayéutica –el poder interactuar el maestro con el alumno— y desdeñar todos sus inconvenientes. Me refiero al chat. Al entablar un diálogo filosófico con la computadora como intermediaria podemos pensar tranquilamente nuestras preguntas y nuestras respuestas, porque no veremos el rostro de nuestro interlocutor y entonces no nos sentiremos obligados a responder o a preguntar con rapidez. La palabra escrita se presta mucho mejor al análisis filosófico que la oral, porque para escribir necesitamos más tiempo que para hablar y entonces pensamos mejor lo que decimos. Si alguien habla y luego se arrepiente de lo dicho, generalmente trata de ocultar este desliz para que no se lo tome por tonto, con lo que la discusión ya empieza a bastardearse; con el chat esto no sucede, porque tenemos todo el tiempo que queramos para pensar antes de apretar la tecla “intro”. Si se nos suministra algún dato, nombre propio, fórmula química, lo que sea, que ignoramos por completo, podemos entrar a internet y en un par de minutos tener una idea superficial de lo que se nos dice y comprender así mejor la idea general que el interlocutor plantea; si esto sucede durante un diálogo tradicional, nos quedamos paralizados sin entender nada, o a veces asentimos para que no se nos tome por ignorantes y ya perdemos el hilo de la argumentación, o nos quedamos con la duda de si estamos siendo engañados con aquel dato que no conocemos. Me quejaba yo de que en Buenos Aires no existían las personas interesadas en cuestiones filosóficas, pero lo cierto es que existen, sólo que no se dejan ver a mi alrededor. Este es otro inconveniente que el chat suple: nos conecta en un parpadeo con la gente más idónea a este respecto, no sólo de Buenos Aires, sino de cualquier parte del mundo. Son muchas, demasiadas las ventajas que nos brinda el chateo mayéutico respecto de cualquier otro método de enseñanza o aprendizaje. El único inconveniente, claro está, es el vínculo imprescindible de la computadora, a la cual muchos grandes pensadores hispanoparlantes no tienen acceso todavía. Cuando este punto se solucione, las grandes discusiones que la filosofía necesita podrán entablarse dentro de foros virtuales en los que cada quien preguntará o responderá para desasnarse o desasnar al prójimo, y entonces el sueño de Sócrates se hará realidad. Superpoblación de ideas, y no de gente, habrá en los siglos venideros cuando, para dar a luz, en vez de abrir las piernas tengamos que abrir la cabeza, guardando siempre la precaución de tener a mano un comadrón o comadrona por si el parto se complica.

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