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domingo, 16 de septiembre de 2012

La conversión de Oscar Wilde (parte II)

El dolor es una herida que sangra siempre cuando lo toca cualesquiera mano que no sea la del amor; y si ésta la toca, sangra, si bien no de sufrimiento.
De Profundis, p. 40

Nada existe en el mundo que carezca de sentido, especialmente el sufrimiento.
Ibíd., p. 45

Mejor la pongo en su contexto (pp. 45 a 47):

... ahora hallo oculto en no se qué profundidad del alma algo que me dice que nada existe en el mundo que carezca de sentido, especialmente el sufrimiento. Este algo, oculto en las más oscuras profundidades del ser, como un tesoro en un campo, es la humildad.

La gran mayoría de los hombres vive para ser amada y admirada, en tanto que nosotros deberíamos vivir amando y admirando.
Ibíd., p. 91

Recordemos que la admiración, un sentimiento bellísimo muy digno de ser poseído, no tiene por qué incluir a la nefasta adulación y a la pestilente idolatría. Si la mayoría de los casos las incluye, no achaquemos el error a la admiración misma sino al admirador que no conoce la manera correcta de admirar.

La justicia de Cristo es esencialmente poética, es lo que debería ser la justicia. El malhechor irá al cielo porque en la tierra ha sido infeliz, y no se puede concebir otra razón más justa para mandarlo.
Oscar Wilde, De Profundis, p. 93

¡Exacto! Si Dios mandase al infierno a los infelices estaría haciendo leña del árbol caído, estaría golpeando a los inválidos... Eso es a lo que se dedica la justicia ordinaria (nunca mejor puesto el calificativo), pero me cuesta creer que la justicia divina proceda también de esa manera.

Su principal lucha la empeñó contra los filisteos, lucha que todos los hijos de la luz vense forzados a continuar. El filisteísmo tiene la característica de la época y del ambiente en que Cristo vivía. Con sus mentes cerradas e inaccesibles a las ideas, con su fría honorabilidad, su tediosa ortodoxia, su culto del éxito vulgar, su preocupación exclusiva del lado groseramente materialista de la vida, el engreimiento de sus personas y de sus opiniones, los judíos de Jerusalén, contemporáneos de Cristo, eran la exacta imagen del filisteísmo británico de nuestros días. Cristo zahirió los «sepulcros blanqueados» de la honorabilidad lugareña en una expresión eterna como su memoria. Trató el éxito material como cosa despreciable, sin interés alguno; consideró la riqueza como una carga embarazante.
Wilde, ibíd. p. 95

Pongámonos de acuerdo, muchachos. O abandonamos la riqueza y la propiedad privada y continuamos autoproclamándonos cristianos, o continuamos viviendo en el lujo e incrementando nuestro plazo fijo, pero renegando de las enseñanzas de Jesús y considerándolo abiertamente como un orate. Hay coherencia tanto en la primera como en la segunda opción, pero en este híbrido cristianismo actual lo único que veo es atrofia y más atrofia de pensamiento.

2 comentarios:

  1. Muy interesante fragmento del pensamiento wildeano aunque me preocupa un poco el contexto de su motivación...aunque coincido en el sentido impuesto al juicio...

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