Hasta qué punto nos conviene ser dogmáticos y hasta qué punto permeables al conocimiento exterior, lo define Gilbert Chesterton en este comentario:
Una mente abierta es, por cierto, una señal de estupidez, como una boca abierta. Las bocas y las mentes están hechas para cerrarse. Se abren sólo para cerrarse.
Hay que abrirlas para que podamos nutrirnos, beber y comunicarnos... y enseguida volverlas a cerrar, para que no nos entren las moscas. Vivir con la boca y la mente cerradas es bien vivir; no abrirlas jamás, es condenarse a la inanición.
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