En medio de la proverbial y acalorada disputa que mantuvieron durante
largos años los dos grandes escritores del siglo XVIII, Voltaire, según nos
cuenta David Strauss, "llegó a echarle en cara a Rousseau que el padre de
éste había sido zapatero del suyo" (David Strauss, Voltaire, p. 33). Típica salida de un oligarca despreciativo de
las clases menos acomodadas. Esta anécdota confirma mi simpatía hacia Rousseau
y mi antipatía hacia Voltaire, aunque no por ello niegue los méritos literarios
del antipático ni las manías idiosincrásicas y las contradicciones del
ginebrino.
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