Quiere dinero,
con todas sus fuerzas, pero, como suele suceder, odia los métodos que emplea
para construir su fortuna y a aquellos a quienes debe tratar para lograrlo.
Podemos encontrar aquí el origen de su antisemitismo visceral que intentará,
más tarde, transformar en antijudaísmo filosófico.
Pierre Lepape, Voltaire
Al comparar a Voltaire con Goethe, David Strauss llega a la conclusión de que el francés
vivía mucho menos para su interior [...]; sus trabajos,
sus litigios, su codicia y sus planes financieros tenían su espíritu
constantemente distraído (David Strauss,
Voltaire, p. 73).
¿Planes financieros? Parece que sí, parece que Voltaire no
encontraba incompatible la profesión de escritor con la de cambista:
Aquel hombre tenía un magnífico olfato para ventear los
buenos negocios. No prestaba atención a los acontecimientos del día simplemente
con ojos de historiador, sino también con ojos de financiero (Strauss, ibíd, p. 118).
Tal era su astucia en cuestiones de inversiones que en cierta
ocasión llegó a descolocar a un judío especialista en la materia (cf. ibíd., pp. 118 a 121), ocasión que
aprovechó Lessing para ridiculizarlo con el siguiente epigrama citado por
Strauss con regodeo:
Y si queremos saber el motivo
de por qué no triunfó la astucia del judío,
la razón no puede ser más sencilla:
porque el señor V. resultó ser mucho más pillo.
Este diz que intelectual, que no pocas veces la emprendió contra
los judíos, se comportaba a veces como el más eximio de los judíos usureros. No
digo que sean incompatibles la intelectualidad severa y la especulación
monetaria, pero..., pero..., pero no sé cómo terminar la frase. Pongámoslo del
siguiente modo: entre los pensadores de renombre, ¿se conoce alguno que haya
sido adicto a estas otras especulaciones no tan espirituosas? Si se me contesta
que no, entonces Voltaire habría sido el primero y el único que se ha metido en
tales asuntejos, lo cual sería una invitación para dejar de incluirlo --como yo
ya lo hice hace tiempo-- dentro de la selecta lista de los preclaros
pensadores[1].
[1] ¿Y cómo se puede ser un pensador preclaro si no se
venera a la diosa de los filósofos, a la diosa Verdad? Según Strauss,
"nunca fue Voltaire muy escrupuloso con la verdad cuando trataba de
conseguir algún fin o aunque no fuese más que un efecto oratorio" (ibíd., p. 138). Sacrificar la verdad en
aras de la oratoria o el estilo es una acusación muy seria para un pensador
filosófico; pero pese a no haber leído gran cosa de Voltaire, le doy por ahora
la derecha al alemán, dejando abierta la posibilidad de rectificar este juicio
en lo futuro.
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