Explica a continuación Strauss el porqué del permanente influjo recibido
por Voltaire de diferentes mujeres, y cómo fue posible que este influjo, que
necesitaba del previo acercamiento material de las dos personas, se concretizara
sin mayores desventuras:
Para un hombre como él,
que carecía de hogar y no se sentía atraído por el matrimonio, era una
necesidad muy natural encontrar cierto calor de intimidad en una casa amiga,
cerca de una mujer que supiera estimarlo y mimarlo. En unos casos andaba de por
medio el amor; en otros, no; la dama en cuestión era unas veces viuda y otras
veces casada, pues, aunque el amor se mezclase en el juego, los maridos de
aquel tiempo solían ser gente muy razonable (David Strauss, Voltaire, p. 34).
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