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domingo, 7 de abril de 2013

Ganarás el pan con el sudor de tu frente y con el relajo de tus neuronas


Hace pocos meses, dialogando erísticamente a través de feisbuc con un profesor de filosofía costarricense, y cuando la razón de la discusión parecía inclinarse hacia mi lado, me inquirió este sujeto del siguiente modo: "¿A qué te dedicas?", a lo que respondí que confeccionaba lonas para camiones. El retruque del profesor no se hizo esperar: "Me lo imaginaba", como queriendo indicar que no era yo del palo académico y que de ahí me venía mi negligencia e ignorancia. Y sin embargo, ¿no será que al intelectual le conviene --y hablo de conveniencia para su propio sentido intelectivo--, no será que le conviene ganarse el sustento a través de una profesión en la que su intelecto no intervenga o intervenga poco? Carlos Vaz Ferreira cree que sí:

Ustedes oirán decir muy a menudo que es inexplicable cómo algunas personas pueden, por ejemplo, ser poetas y ganarse la vida en un empleo administrativo ínfimo e ininteligente o sumando números en un Banco. Pues bien, hay aquí un error; mientras más diferente es el trabajo profesional del intelectual propiamente dicho, menos lo perjudica [...]. Ser empleado de Banco o auxiliar de oficina, y autor de libros, es más fácil; y más fácil sería todavía ser carpintero, desempeñar un trabajo manual cualquiera, y reservarnos entonces nuestra inteligencia completamente libre para el trabajo intelectual intenso (Moral para intelectuales, p. 106).

¿Será entonces que no solamente soy un vulgar lonero, sino que también debo serlo, si es que deseo que mi nivel intelectual, en mis escasas horas libres, se reconcentre y vuele hacia las nubes?

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