Supongamos que la homosexualidad se
presenta, dentro de los seres humanos, a partir de un gen o grupo de genes
dispuestos para producir tal efecto. Si este es el caso, la homosexualidad
tiende a extinguirse.
Desde mediados del siglo XX y hacia
atrás (con algunas excepciones, como en la Grecia antigua), la homosexualidad
estaba tan mal vista, que los homosexuales, para simular que no lo eran, necesitaban
casarse y procrear. Esta procreación aseguraba la persistencia de la
homosexualidad por vía genética. Hoy día, siendo que el homosexual, dentro de
las civilizaciones occidentales de mayor jerarquía, tiende a ser tolerado cada
vez con más respeto e inclusión, no necesita ya tanto el escudo de la
procreación y tiende a formar pareja con otro hombre (o con otra mujer en el
caso de las lesbianas) desinhibidamente, o a mantener relaciones promiscuas con
varios de sus pares. En cualquier caso, sus genes no se reproducen, y entonces
la homosexualidad, asfixiada curiosamente por el propio espíritu libertario y
anti discriminatorio que ahora la cobija, tenderá a desaparecer o al menos a
disminuir notoriamente. Todo esto, repito, en el caso de que la homosexualidad
sea pura y exclusivamente de origen genético. Si es pura y exclusivamente de
origen cultural, el anterior razonamiento no interesa, y si constituye un
híbrido genético-cultural, el razonamiento presenta una validez parcial.
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