La
escritura, en particular la literatura, es francamente nociva para mí desde el
punto de vista moral. Mientras escribía Amo
y criado sucumbí a un deseo de gloria. Y los elogios y el éxito son un
indicador fiable de que fue una mala cosa (ibíd.,
18/3/1895).
Y días más tarde, en su entrada del 27 de marzo,
retoma el mismo tema:
Como
no oigo reproches, sino únicamente alabanzas por Amo y criado, imagino un gran alboroto y evoco la anécdota sobre el
predicador que, en medio de una explosión de aplausos que cubría una de las
frases de su sermón, se detuvo y preguntó: "¿He dicho alguna
tontería?".
"... Es ya de noche, he hablado esta tarde en público y aún se me
revuelven en el oído tristemente los aplausos...", decía Unamuno desde su
inmortal Vida de Don Quijote y Sancho. "Aplauden, Sancho, señal de que hemos dicho alguna
tontería", dirían al unísono Tolstoi y Unamuno. A mí no me aplauden --como
a Unamuno--, porque no hablo en público, ni tampoco me elogian mis escritos –como
a Tolstoi--, porque no publico libros impresos; a mí simplemente me envían algunos
"me gusta" por feisbuc. Así comienza hoy día la perdición del buen
escritor.
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