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martes, 6 de mayo de 2014

Tolstoi y la vanagloria

La escritura, en particular la literatura, es francamente nociva para mí desde el punto de vista moral. Mientras escribía Amo y criado sucumbí a un deseo de gloria. Y los elogios y el éxito son un indicador fiable de que fue una mala cosa (ibíd., 18/3/1895).

Y días más tarde, en su entrada del 27 de marzo, retoma el mismo tema:

Como no oigo reproches, sino únicamente alabanzas por Amo y criado, imagino un gran alboroto y evoco la anécdota sobre el predicador que, en medio de una explosión de aplausos que cubría una de las frases de su sermón, se detuvo y preguntó: "¿He dicho alguna tontería?".


"... Es ya de noche, he hablado esta tarde en público y aún se me revuelven en el oído tristemente los aplausos...", decía Unamuno desde su inmortal Vida de Don Quijote y Sancho. "Aplauden, Sancho, señal de que hemos dicho alguna tontería", dirían al unísono Tolstoi y Unamuno. A mí no me aplauden --como a Unamuno--, porque no hablo en público, ni tampoco me elogian mis escritos –como a Tolstoi--, porque no publico libros impresos; a mí simplemente me envían algunos "me gusta" por feisbuc. Así comienza hoy día la perdición del buen escritor.

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