Las
ciencias concretas, a la inversa de las abstractas, se vuelven menos exactas
cuanto más se acerca el objeto de su estudio a la vida del hombre: a)
matemáticas, b) astronomía, c) química, d) física, e) biología (comienza la
imprecisión), f) antropología (la impresión aumenta), g) sociología (la
imprecisión sobrepasa todo los límites y de ciencia ya no queda nada) (Diarios, 13/6/1895).
Y esta
tendencia a la inexactitud culmina con la filosofía, que desde luego no es una
ciencia ni pretende serlo y cuyos postulados últimos y más interesantes no solo
no pueden ser verificados, sino que tampoco deberían serlo. La filosofía bien
entendida termina siendo, como la religión, una cuestión de fe.
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