Se escribe mejor en ayunas.
León
Tolstoi, Diarios, 29/6/1853
Nos cuenta Rüdiger Safranski que Schopenhauer
sólo escribía las tres primeras
horas del día, y justificaba esa distribución del tiempo diciendo que si se
estrujase más el cerebro, los pensamientos se volverían desvaídos, perderían
originalidad y el estilo degeneraría (Schopenhauer
y los años salvajes de la filosofía, p. 389).
Yo me manejaba
parecidamente, porque el cerebro admite un cierto nivel de estrujamiento y no
más, y se le saca más jugo cuando se lo estruja fresco y lozano. Pero ahora ya
no dispongo de mis mañanas, y esas tres horas de óptimo rendimiento neuronal
las dedico a emparchar lonas o a soldar cortinas roller. ¡Auxíliame San Arturo!
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