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sábado, 26 de mayo de 2018

La conciencia como fenómeno biológico


Según John Searle, “la conciencia es sobre todo un fenómeno biológico, como la digestión y la fotosíntesis. Esto es un mero hecho de la naturaleza, un hecho que cualquier hipótesis filosófica está obligada a respetar” (El misterio de la conciencia, p. 161). Pero hay una diferencia fundamental entre los fenómenos biológicos como la digestión o la fotosíntesis y el fenómeno de la conciencia, y es que los efectos de los primeros procesos pueden percibirse por un sujeto que estuviese dispuesto a estudiarlos (secreción de jugos gástricos, peristalsis del intestino; crecimiento de tallos y hojas, cambios de coloración), mientras que para dar cuenta de la existencia de otras conciencias ajenas a las del investigador no disponemos de esta ventaja. “El cerebro humano —decía Cabanis— secreta pensamientos del mismo modo que el hígado secreta bilis”, pero esta analogía no es aplicable al ámbito científico por la sencilla razón de que la bilis secretada podemos estudiarla, porque podemos verla, mientras que a los pensamientos ajenos no hay manera de apreciarlos. Si alguien me comunica sus pensamientos oralmente o por escrito yo sí los percibo, pero no en sí mismos sino formando parte de un suceso físico como lo son el acto de mover la boca o la lapicera, y ¿quién me asegura que lo que transmite tal o cual persona coincide con su pensamiento o es una mentira? ¿Quién puede confirmarme que aquella dama que llora está en verdad sufriendo? Nunca podremos —dejando de lado la telepatía— percibir los estados de conciencia del prójimo de manera directa y no por indicios que se prestan con facilidad al fraude, y si no podemos percibirlos no podemos hacer ciencia con ellos. (Y si alguien objetase que con los corpúsculos subatómicos, protones, electrones, hacemos ciencia sin percibirlos, le respondería que no los percibimos por una simple cuestión de imposibilidad técnica, pero que conjeturamos su existencia porque sospechamos que pertenecen al mundo de los fenómenos que se desplazan espacialmente. Las vivencias, por el contrario, no están en el espacio, y por ende no hay nada que hacer con ellas, científicamente hablando.)

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