Según John Searle, “la conciencia es
sobre todo un fenómeno biológico, como la digestión y la fotosíntesis. Esto es
un mero hecho de la naturaleza, un hecho que cualquier hipótesis filosófica
está obligada a respetar” (El misterio de
la conciencia, p. 161). Pero hay una diferencia fundamental entre los
fenómenos biológicos como la digestión o la fotosíntesis y el fenómeno de la
conciencia, y es que los efectos de los primeros procesos pueden percibirse por un sujeto que estuviese dispuesto a
estudiarlos (secreción de jugos gástricos, peristalsis del intestino;
crecimiento de tallos y hojas, cambios de coloración), mientras que para dar
cuenta de la existencia de otras conciencias ajenas a las del investigador no
disponemos de esta ventaja. “El cerebro humano —decía Cabanis— secreta pensamientos
del mismo modo que el hígado secreta bilis”, pero esta analogía no es aplicable
al ámbito científico por la sencilla razón de que la bilis secretada podemos
estudiarla, porque podemos verla, mientras que a los pensamientos ajenos no hay
manera de apreciarlos. Si alguien me comunica sus pensamientos oralmente o por
escrito yo sí los percibo, pero no en sí mismos sino formando parte de un
suceso físico como lo son el acto de mover la boca o la lapicera, y ¿quién me
asegura que lo que transmite tal o cual persona coincide con su pensamiento o
es una mentira? ¿Quién puede confirmarme que aquella dama que llora está en
verdad sufriendo? Nunca podremos —dejando de lado la telepatía— percibir los
estados de conciencia del prójimo de manera directa y no por indicios que se
prestan con facilidad al fraude, y si no podemos percibirlos no podemos hacer
ciencia con ellos. (Y si alguien objetase que con los corpúsculos subatómicos,
protones, electrones, hacemos ciencia sin percibirlos, le respondería que no los
percibimos por una simple cuestión de imposibilidad técnica, pero que
conjeturamos su existencia porque sospechamos que pertenecen al mundo de los
fenómenos que se desplazan espacialmente. Las vivencias, por el contrario, no
están en el espacio, y por ende no hay nada que hacer con ellas,
científicamente hablando.)
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