¿Te
sientes molesto con el que huele a macho cabrío? ¿Te molestas con el hombre al
que le huele el aliento? ¿Qué puede hacer? Así es su boca, así son sus axilas;
es necesario que tal emanación salga de tales causas. «Mas el hombre tiene
razón, afirmas, y puede comprender, si reflexiona, la razón de que moleste».
¡Sea enhorabuena! Pues también tú tienes razón. Incítalo con tu disposición
lógica a su disposición lógica, hazle comprender, sugiérele. Pues si te
atiende, le curarás y no habrá necesidad de irritarse. Ni actor trágico ni
prostituta.
Marco Aurelio, Meditaciones, V, 28
La
tesis determinista, de ser aceptada en forma general, ¿que implicaría?
Implicaría el rechazo, la desaparición o la drástica disminución de los
resentimientos y de las indignaciones. Según Peter Strawson, la desaparición de
estos sentimientos produciría una inhibición de las relaciones interpersonales genuinas
y significativas y en consecuencia una disminución de la calidad de vida de los
individuos implicados en esta hipotética sociedad determinista (cf su libro Libertad y resentimiento, cap. I, secc.
V y VI). Para mí, la desaparición o la merma de estos sentimientos es buena
señal, es señal halagüeña, puesto que se alejan con ellos las posibilidades de
que el mundo retorne a la irracionalidad que el siglo próximo pasado mostrara.
Sí, porque los dos grandes cánceres sociales del siglo XX, el nazismo y el estalinismo,
fueron causados, el primero, por el resentimiento de un pueblo que se sentía
humillado, y el segundo por la indignación de un proletariado sometido a la
explotación. Si las sociedades futuras adoptaran masivamente la tesis
determinista, el peligro de un rebrote totalitario disminuiría notablemente.
Pero
esto nunca sucederá, al menos en los próximos siglos. Adoptar una actitud
determinista ante la vida no es cosa fácil para las masas, ni siquiera es cosa
fácil para los hombres instruidos. Ya lo dijo Spinoza:
El sabio [...] apenas
experimenta conmociones del ánimo, sino que, consciente de sí mismo, de Dios y
de las cosas con arreglo a una cierta necesidad eterna, nunca deja de ser, sino
que siempre posee el verdadero contento del ánimo. Si la vía que, según he
mostrado, conduce a ese logro parece muy ardua, es posible hallarla, sin
embargo. Y arduo, ciertamente, debe ser lo que tan raramente se encuentra. En
efecto: si la salvación estuviera al alcance de la mano y pudiera conseguirse
sin gran trabajo, ¿cómo podría suceder que casi todos la desdeñen? Pero todo lo
excelso es tan difícil como raro (Ética,
párrafo final).
No esperemos, pues, que el universo
social se torne determinista. Hagamos fuerza tan solo para convertirnos
nosotros mismos en ese sabio consciente de sí mismo que no se perturba con
naderías, que no se irrita con el prójimo, que no se resiente y que no se
indigna. Y que los demás hagan lo que en ganas les pluguiere[1].
[1] Strawson denomina “actitudes reactivas” a las
emociones que nos embargan luego de percibir acciones de agentes que
consideramos responsables (resentimiento, gratitud, burla, remordimiento) y
“actitudes objetivas” a lo que sentimos cuando no consideramos al agente
responsable. Strawson no cree que la aceptación general de la tesis
determinista implique la desaparición de las actitudes reactivas y se alegra
por ello, porque supone que un mundo que reaccionase siempre “objetivamente”
ante toda acción humana conduciría a la indiferencia, a la ausencia de
compromiso con el otro y al aislamiento. Para un planteamiento opuesto, que
considera deseable desde todo punto de vista (y también factible) la actitud
objetiva a expensas de las actitudes reactivas, véase el ensayo de Rodrigo
Braicovich titulado “Actitudes Strawsonianas y determinismo”, disponible en
internet.
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