Lo inescrutable es
lo que concede su valor a la existencia.
Otto Weininger, Sexo y carácter
Para
Wittgenstein,
nada de lo que somos capaces de pensar
o de decir puede constituir el objeto [de la ética]. No podemos escribir
un libro científico cuya materia alcance a ser intrínsecamente sublime y de
nivel superior a las restantes materias. [...] Nuestras palabras, usadas tal
como lo hacemos en la ciencia, son recipientes capaces solamente de contener y
transmitir significado y sentido, significado y sentido naturales. La
ética, de ser algo, es sobrenatural y nuestras palabras solo expresan
hechos (Conferencia sobre ética, p. 37).
En este enunciado se deslizan, me parece, dos errores. El primero
es el de suponer que la ética es sobrenatural en todo sentido. Estrictamente hablando, no hay nada sobrenatural,
porque la naturaleza lo abarca todo, lo físico y lo metafísico. Ahora bien;
ciertas acciones éticas, las más sublimes, no pueden explicarse físicamente y
debemos recurrir a la metafísica para ello, y por eso bien puede decirse que la
ética es metafísica (no sobrenatural) en su parte práctica; pero no se puede
decir lo mismo de la ética teórica, que se puede aprender tranquilamente de
manera inductiva sin recurrir a procedimientos extrarracionales. Hay un primer conocimiento, un
conocimiento elemental de los valores éticos, que proviene de la
reflexión y la experiencia. Es verdad que, como todo conocimiento experimental,
puede ser erróneo, pero también puede ser verdadero y de hecho lo es en la
mayoría de los casos. La lógica inductiva puede fallar, pero la realidad indica
que casi nunca falla, y son estas inducciones las que nos dan a entender,
reflexión mediante, cuándo un comportamiento es éticamente deseable y cuándo no,
o si estamos en presencia de un hombre virtuoso o de un degenerado. Es mil
veces verdadero que el conocimiento de la ética no puede compararse con el
científico en el sentido de que las "fuentes de engaño" son mucho más
numerosas y poderosas, pero todo conocimiento comienza con algún presupuesto, y
ese presupuesto nos lo da la experiencia y la reflexión basada en la
experiencia. La ética se puede estudiar como una
ciencia porque no es verdad —segundo error de Wittgenstein— que nuestras
palabras solo sean capaces de expresar hechos. La frase “Juan es
estadísticamente bueno” (lo que significa que Juan, en la mayor parte de sus
momentos de conciencia, se comporta buenamente) no es un hecho sino un juicio
de valor[1].
Este juicio de valor puede ser verdadero o falso, y para constatar su veracidad
o falsedad debemos recurrir no a procedimientos metafísicos o sobrenaturales,
sino a la simple inducción. Observaremos a Juan detenidamente durante largos
periodos de tiempo, y si su comportamiento se aviene, la mayoría de las veces,
a lo que consideramos una conducta buena, podremos deducir provisionalmente (y esto no va en desmedro de la ética como ciencia,
puesto que todas las deducciones científicas de carácter empírico son
provisionales) que el juicio “Juan es bueno” es verdadero. Que tal vez no
sepamos, o que no podamos jamás, por una imposibilidad inherente al juicio
ético, definir lo que es la bondad, no nos impide apreciarla y reconocerla
cuando un sujeto la pone en práctica. Establecer esto, cuándo un sujeto, o un conglomerado
de sujetos, actúa con bondad o con maldad, es la parte más interesante de la
ética teórica, de la cual se puede hablar y muchísimo por más que Wittgenstein opine
lo contrario.
[1] En realidad, todo juicio es un juicio de valor, incluidos los juicios
sobre hechos. Wittgenstein plantea una dicotomía entre los juicios relacionados
con hechos, que serían los que utiliza la ciencia, y los juicios de valor, que
a la ciencia no le sirven. Esta dicotomía no me parece verificable (véase la
entrada del 5/7/8. Véase también la entrada del 8/2/10, en donde hago hincapié en
la importancia de los hechos a la hora de instituir o rectificar un juicio de
valor).
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