Se
niega Wittgenstein sistemáticamente a emitir juicios de valor porque considera
que los valores tienen una especie de aura mística que se arruina si se los
nombra o se los intenta explicar con palabras[1].
No obstante esto, desde el primer párrafo de su Conferencia sobre ética sostiene que “la curiosidad superficial
acerca de los últimos descubrimientos de la ciencia” es “uno de los más bajos
deseos de la gente moderna”. ¿Este es el juego? ¿No se puede hablar de la
bondad, de la verdad ni de la belleza, pero sí de los deseos bajos y de las
acciones mezquinas?[2] Un eticista debe hablar de
todo, de lo sublime y de lo soez, nada debe callarse so pretexto de mancharlo
al mencionarlo[3]. Y por otra parte, ¿de
dónde dedujo Wittgenstein que la curiosidad superficial científica es un deseo
bajo? ¿Lo deduce de la experiencia? No, porque según él los juicios de hecho,
los empíricos, no pueden ser apoyatura de los juicios de valor. Lo deduce,
simplemente, de un prejuicio, lo que no sería grave, porque como dijo Marcelino
Cereijido, “todos los científicos somos prejuiciosos, y
nuestros prejuicios se llaman axiomas”, lo grave es que tal
prejuicio es falso. Bertrand Russell, profesor y amigo de Wittgenstein en su
juventud, tenía como una de sus principales metas intelectuales la satisfacción
de la curiosidad científica superficial de sus lectores. Gracias a su libro en
homenaje a Einstein, El ABC de la
relatividad, pude aprender los rudimentos de esta teoría tan complicada
para nosotros los legos. Si no fuera por Russell y por mi curiosidad
superficial, no habría podido asomarme a ella[4].
Para Wittgenstein fue un error el vulgarizarla: el “secreto” no debe caer en
manos profanas. O se conoce de ciencia, como él conoce, o no se conoce nada y
se vive en la ignorancia, que es lo que le corresponde al populacho. Yo digo
que mejor habría sido que se atuviese a su mutismo en asuntos de la ética,
porque me parece que la vulgarización científica es tarea de las más
importantes para el intelectual especializado. ¿Cómo vamos a interesarnos en
una rama para nosotros desconocida de la ciencia si no comenzamos a asimilarla
poco a poco, de manera superficial e incompleta? Y aunque nuestro objetivo no
sea estudiarla de lleno, ¿no es mejor un conocimiento superficial e inacabado
que el desconocimiento absoluto? A la ciencia no se la estudia en superficie,
dice Wittgenstein, se la estudia a fondo o no se la estudia. Con lo que da a
entender que él la conoce a fondo. Yo no creo conocer nada a fondo, debido a lo
cual vivo en una perpetua superficialidad, y en esto incluyo a las teorías
científicas. No todos poseemos, como Wittgenstein, un conocimiento acabado y
final de la materia que nos ocupa y apasiona[5].
[1] “La ética es trascendental” (Tractatus, § 6.421). Toda la ética es
completamente mística, de modo que para Wittgenstein no se puede la razonar. Es
más,
“la ética no trata del mundo. La ética ha de ser una condición del mundo, como
la lógica” (Diario filosófico (1914-1916),
entrada del 24/7/16). La ética sería, con respecto a la actividad del hombre,
lo que, en sentido kantiano, son el espacio y el tiempo en relación a los
objetos sensibles: el marco de referencia. Pero aunque esto fuera cierto, tal
situación no nos impediría hablar de la ética. Yo creo, con Kant, que el
espacio y el tiempo son la condición de posibilidad de nuestras percepciones, y
sin embargo esto no me impide hablar ni hacer conjeturas sobre ellos.
[2] Encontramos otro ejemplo en una carta a
Bertrand Russell escrita desde Trattenbach el
23/10/1921 en la que afirma que “los seres humanos, en general, no valen mucho
en ninguna parte, pero aquí son mucho más inútiles e irresponsables que en
otros lados" (citada en Cartas a Russell, Keynes y Moore, p.
86). ¿Cómo puede afirmar que los habitantes de Trattenbach son excesivamente
inútiles e irresponsables si estos adjetivos corresponden a lo que Wittgenstein
y yo llamamos valores (en este caso disvalores) y él afirma que los valores no
pueden conocerse ni definirse a través de la palabra?
[3] La explicación de por qué puede hablar
tranquilamente Wittgenstein de valores negativos al tiempo que se niega a explayarse
sobre las virtudes, puede ser más pedestre de lo que se supone. Dice William Warren Bartley III: “Palabras tales como
«agradable» y «buen hombre» carece realmente de significado en la mayor parte
de los contextos. En inglés, palabras como «culpa», «pecado», «vergüenza» y
«vicio» no tienen contrapartidas verdaderamente positivas o, en cualquier caso,
son mucho más definidas en su significado que sus contrapartidas positivas más
cercanas, las cuales frecuentemente lo que indican es la ausencia de características
negativas y no algo definidamente bueno. [...] Por tanto, y con algunas
excepciones, el lenguaje tiende a fundir las palabras positivas, mientras que
diferencia entre las palabras negativas. De esta manera el significado de mal
moral toma un relieve mayor” (Wittgenstein,
pp. 68 y 69). Por esta razón y no otra, el infierno del Dante es mucho más
interesante, descriptivamente, que su paraíso, y tal vez por esta misma razón
puede hablar Wittgenstein de disvalores o explicarlos —y a menudo lamentarse de
los propios— al tiempo que se niega a explayarse sobre las grandes virtudes.
[4] Según George Steiner, no se puede conocer la
teoría de la relatividad de manera gramatical, la única manera de conocerla es
penetrando en su matemática: “Resulta pretencioso, si no irresponsable, invocar
nociones básicas de nuestro actual modelo del universo, como [...] la
relatividad [...], si no es posible hacerlo en el lenguaje apropiado, es decir,
en términos matemáticos. Sin estos, tales palabras son fantasmas que rubrican
la arrogancia de filósofos o periodistas” (Lenguaje
y silencio, p. 32). Einstein también afirmaba que no se puede explicar
cabalmente su teoría sin recurrir a las ecuaciones. Y yo también lo digo, pero
también digo que se puede tener una idea superficial, tal vez muy superficial, de dicha teoría, solo
con leer con atención algún buen libro de divulgación que hable de ella como el
de Russell.
[5] Veremos más adelante que, sobre todo en sus
últimos años, Wittgenstein se dedicó con ahínco a filosofar sobre las
matemáticas pese a que no dominaba esta ciencia ni mucho menos según la opinión
de algunos reputados matemáticos.
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