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viernes, 28 de junio de 2019

La dicotomía hecho-valor según Wittgenstein


Los hechos corren por un camino y los valores por otro. Los hechos corren por el camino de la ciencia, y por la ciencia se explican; los valores van por otro lado. Así se expresaría un representante del Círculo de Viena, Rudolf Carnap por ejemplo, que en esto de diferenciar los hechos de los valores se asemejaba a Wittgenstein —aunque Wittgenstein no estuviera de acuerdo con su desprecio de la ética y la religión[1]—. Esta visión de dos mundos contrapuestos, el mundo de los hechos y el mundo de los valores, es bastante más problemática de lo que Carnap y Wittgenstein suponían, y para evidenciar esta problematicidad llega en mi auxilio quien en su momento pensé que era una mujer, pero no, es un hombre, y su nombre es Hilary Putnam:

El argumento de los positivistas-lógicos en favor de una tajante dicotomía hecho/valor era muy simple: los enunciados científicos (fuera de la lógica y de las matemáticas puras), decían ellos, son «verificables empíricamente» y los juicios de valor son «no-verificables». Este argumento sigue teniendo un gran atractivo [...], no obstante que por años los filósofos lo han considerado un argumento muy cándido. Una razón por la cual este resulta cándido es porque supone que efectivamente existe algo parecido a «el método de verificación» para cada enunciado científico con significado, en forma aislada. Pero eso está muy lejos de ser así. Por ejemplo, la teoría de la gravedad de Newton, en su totalidad, no implica, en y por sí misma (es decir, en ausencia de «hipótesis auxiliares» adecuadas), ni predicciones comprobables ni cosa que se le parezca. [...] la idea de que cada enunciado científico posee su propia serie de observaciones confirmatorias y su propia serie de observaciones refutatorias, independientemente de cuáles sean los otros enunciados con los que éste se encuentre relacionado, es un error. Si se dice que aquel enunciado que no tenga en y por sí mismo, por su solo significado, un «método de verificación» carece de significado, entonces ¡la mayor parte de la ciencia teórica resulta carente de significado! (Hilary Putnam, "La objetividad y la distinción ciencia/ética", ensayo incluido en Diánoia, anuario de filosofía de la Universidad Nacional de México, número 34, año 1988).

Hobbes, Spinoza y Locke soñaron con poder tratar a la ética de modo matemático. Leibniz decía que en el futuro, gracias al progreso de la ciencia, se podrían resolver los problemas más difíciles de convivencia sentándose los contrincantes en una mesa y, lápiz en mano, calculando algebraicamente quién de los dos tiene la razón. Este sueño quedó atrás, pero la idea que lo auspiciaba era loable: emparentar los asuntos de la ciencia con los asuntos del espíritu, mostrar que no estaban tan disociados. Después vinieron gente como Wittgenstein y los positivistas lógicos y reabrieron la zanja, pero ya es hora de cerrarla. Porque no es que las cuestiones de la ética se parezcan a las de la ciencia porque puedan resolverse con exactitud matemática, sino que se parecen precisamente por lo contrario: ni la ética ni la ciencia empírica pueden dar fe de que sus enunciados sean ciento por ciento verdaderos.


[1] Consideraba que el positivismo antimetafísico de algunos miembros del Círculo de Viena, en especial el de Carnap, era extremadamente vulgar (cf. William Bartley, Wittgenstein, p. 65).

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