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lunes, 20 de junio de 2011

Marx y Nietzsche: opuestos entre sí, y a la vez equivocados

Equivocado Marx por estudiar al hombre desde fuera y olvidar sus instintos y sus motivaciones primeras, por querer deshacerse de la explotación y de los explotadores con el simple expediente de pasar a degüello a los que lo son en un contexto y momento determinados, como si no fueran, una vez masacrados éstos, a resurgir otros en su reemplazo. Por eso es correcto contrapesar el pensamiento de Marx con reflexiones nietzscheanas de este jaez:



La vida es cabalmente voluntad de poder. En ningún otro punto, sin embargo, se resiste más que aquí a ser enseñada la conciencia común de los europeos: hoy se fantasea en todas partes, incluso bajo disfraces científicos, con estados venideros de la sociedad en los cuales «el carácter explotador» desaparecerá: --a mis oídos esto suena como si alguien prometiese inventar una vida que se abstuviese de todas sus funciones orgánicas. La «explotación» no forma parte de una sociedad corrompida o imperfecta y primitiva: forma parte de la esencia de lo vivo, como función orgánica fundamental, es una consecuencia de la auténtica voluntad de poder, la cual es cabalmente la voluntad propia de la vida. Suponiendo que como teoría esto sea una innovación, como realidad es el hecho primordial de toda historia (F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, §259).

Pero más equivocado que Marx está el propio Nietzsche, porque Marx parte de una hipótesis laudable, la finalización de la explotación, mientras que Nietzsche, considerando las cosas como son, desea fervientemente que continúen siendo así: la falacia naturalista en su más triste paroxismo. “La lucha por la existencia es condición inherente al organismo vivo; luego es necesario permitir que los hombres se desgarren entre sí para sobrevivir”, afirman los darwinistas sociales. Y en el mismo tenor, afirma Nietzsche que como la explotación es algo inherente a toda sociedad humana, no tiene sentido combatirla o estigmatizarla. Pero los hombres no son batracios ni renacuajos que se dejan llevar mansamente por sus instintos. Y si el pecado intelectual de Marx fue no contemplar estos instintos dentro de su esquema de pensamiento, el pecado de Nietzsche consistió en suponer que los instintos basales de los hombres no pueden modificarse. El tema es que él no quería modificarlos, quería que los explotadores sigan sirviéndose de los explotados, y entonces congeló estos instintos para mayor gloria de su estúpida clase aristocrática y de los nazis que la secundaron.

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