Cómo los alemanes no van a tenerles
rabia, si los judíos son más inteligentes.
Jorge Luis Borges, citado por Adolfo
Bioy Casares en Borges, p. 1087
Me muevo de la gloriosa
izquierda --gloriosa, pero errada en su metodología, en sus medios-- y paso a
la deshonrosa derecha --deshonrosa en todo sentido[1]. ¿Fue
Nietzsche realmente un precursor, un preanunciador del
nazismo? Yo entiendo que sí, y después de haber leído el capítulo 19 de La
filosofía y el barro de la historia de José Feinmann, lo entiendo más todavía.
Después está esta cuestión segunda: ¿fue Nietzsche antisemita? A primera vista parece ser lógico, si
uno ha contestado que sí a la primera cuestión, contestar también
afirmativamente a esta otra, pero lo cierto es que tal relación de necesidad no
es imprescindible que aparezca: podemos suscribir a las ideas filosóficas
centrales del nacionalsocialismo alemán y no ser antisemitas, pues el
antisemitismo no es idea filosófica sino política o social[2]. Y así como pudo suceder que Nietzsche haya sido el
pensador bandera del hitlerismo sin haber sido el pensador favorito de Hitler (el cual fue Schopenhauer), así también afirmo que Nietzsche le abrió al
nazismo las puertas de Alemania sin haber sido una persona que detestase a los
judíos (como sí los detestaba Schopenhauer). Encontrar un judío --decía el hombre del profuso bigote—
es un
beneficio sobre todo cuando se vive entre alemanes. Los judíos son un antídoto
contra el nacionalismo, esa última enfermedad de la razón europea[3][...].
Son, en una Europa insegura, la raza más fuerte: pues, por lo prolongado de su
evolución, son superiores al resto. Su organización presupone un devenir más
rico, una carrera más peligrosa […]. Y esto es prácticamente la fórmula de la
superioridad. Una raza […] no puede sino crecer o perecer […].Una raza que no ha perecido, es una raza que ha
crecido incesantemente. Crecer significa ir perfeccionándose. La duración de su
existencia indica la altura de su evolución: la raza más antigua debe ser también la más alta (Fragmentos
póstumos (1885-1889), julio-agosto de 1888, 18 (3), pp. 703).
Con esta cita
pruébanse dos cosas: la que nos interesaba probar, que Nietzsche no consideraba
que los judíos fuesen inferiores en algún sentido al resto de los mortales sino
todo lo contrario, y por esto mismo se prueba, de rebote, que al menos en esta
instancia no ha resultado ser Nietzsche un buen razonador, porque si tomamos al
pie de la letra las afirmaciones que aparecen en las últimas tres oraciones
tenemos que concluir, por ejemplo, que las cucarachas vienen creciendo
incesantemente y que al ser su linaje mucho más antiguo que el del hombre, la
raza cucarachil es "más alta" que la raza humana. (En rigor, aquí no
se trata de razas sino de especies, pero la extrapolación es admisible.)
Pero ya me veo venir a los
filosemitas acusándome de rebajar a los judíos a la categoría de cucarachas, lo
cual no es verdadero ni mucho menos, pero tampoco quiero participar de la
superstición contraria. Ha quedado claro --al menos para mí-- que Nietzsche no era antisemita[4]; si
ahora se quiere investigar el posible antisemitismo de quien redacta estas
notas, remito al lector a las entradas de este diario que van desde el 21/9
hasta el 12/10 del 2003. Allí se aprecia claramente... que la cuestión judía,
pese a no pertenecer al ámbito de la filosofía en un sentido estricto, me
apasiona como pocas, y es casi seguro que volveré a ella en algún momento para
verter nuevas opiniones o criticar las ajenas.
[1] Para discernir
rápida y groseramente lo que yo entiendo por izquierda y por derecha, diré que
la primera encomia la igualdad económica y jurídica de las personas y la
segunda la desigualdad (admítalo públicamente o no lo admita).
[2] (Nota añadida el 22/10/12.) Podríamos
también decir, para la mejor intelección de este controvertido asunto, que
existen en toda doctrina filosófico-social ideas centro-estructurales,
imprescindibles para el no desdibujamiento de la doctrina como tal, e ideas
periféricas o accesorias, que sirven, a lo sumo, de apuntalamiento a las ideas
centrales. Así las cosas, afirmo entonces que el antisemitismo de los nazis
constituía en ellos una bandera, si bien cargada de violentas emociones,
completamente periférica y accesoria en este sentido: si no hubiese habido
judíos en la Alemania de Hitler, sino negros, o indoamericanos, o musulmanes o
lo que fuere, la saña habría recaído sobre estos grupos casi de la misma forma
en que cayó sobre los judíos. Lo que necesitaba el nazismo era un chivo
expiatorio, que fueron los judíos pero que podría haber sido cualquier otro
grupo de personas, sin que las ideas centrales del movimiento se desdibujaran.
La idea centro-estructural que atraviesa de cabo a rabo la doctrina
nacionalsocialista se puede asimilar perfectamente al discurso que Platón pone
en boca de Calicles (personaje del que no tenemos certeza de su real existencia
histórica): "Según yo
creo, la naturaleza misma demuestra que es justo que el fuerte tenga más que el
débil y el poderoso más que el que no lo es. Y lo demuestra que es así en todas
partes, tanto en los animales como en todas las ciudades y razas humanas, el
hecho de que de este modo se juzga lo justo: que él fuerte domine al débil y
posea más. En efecto, ¿en qué clase de justicia se fundo Jerjes para hacer la
guerra a Grecia, o su padre a los escitas, e igualmente, otros infinitos casos
que se podrían citar? Sin embargo, a mi juicio, estos obran con arreglo a la
naturaleza de lo justo, y también, por Zeus, con arreglo a la ley de la naturaleza. Sin
duda, no con arreglo a esta ley que nosotros establecemos, por la que
modelamos a los mejores y más fuertes de nosotros, tomándolos desde pequeños,
como a leones, y por medio de encantos y hechizos los esclavizamos, diciéndoles
que es preciso poseer lo mismo que los demás y que esto es lo bello y lo justo.
Pero yo creo que si llegara a haber
un hombre con índole apropiada, sacudiría, quebraría y esquivaría todo esto, y
pisoteando nuestros escritos, engaños, encantamientos y todas las leyes
contrarias a la naturaleza, se sublevaría y se mostraría dueño este nuestro
esclavo, y entonces resplandecería la justicia de la naturaleza” (Gorgias, 483 y 484). Esto es el más
puro, perfecto y aquilatado nazismo, y sin embargo no hay mención alguna de los
judíos. El holocausto, el holocausto a secas y no el holocausto judío, es lo
central en el movimiento nazi y en cualquier movimiento que levante la bandera
de la supremacía del más fuerte.
[3] ¡Pero cómo! ¿El supuesto adalid de los nazis
renegando del nacionalismo? Sí, y estamos en el mismo caso que el de antes,
porque Nietzsche fue adalid filosófico, no político, y el término
"nacionalismo" es político a más no poder.
[4] Para quien
todavía lo dude, aquí va este contundente martillazo: “Los antisemitas tienen
un objetivo y esto salta a la vista hasta la indecencia: es el dinero
judío. [...] Un antisemita es un judío envidioso --es decir, el más estúpido de
todos" (Fragmentos póstumos (1885-1889), otoño de 1888, 21 (7), pp.
738-9). Digamos también que Nietzsche, sin ser antisemita en el sentido
particularizado del concepto, es decir, sin profesar un odio sistemático al
judío de carne y hueso, cargó muchas veces contra la moral del judaísmo, a la
que acusó, fundamentalmente en La
genealogía de la moral, de propagar la rebelión de los esclavos contra su
natural superior, rebelión que sería luego continuada por el cristianismo. Este
pasaje de otra de sus obras es revelador en este sentido: “El cristianismo, que
es de raíz judía y sólo puede entenderse como planta de este suelo, representa
el movimiento contrario a toda moral del cultivo, de la raza, del privilegio;
es la religión antiaria por excelencia”(Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos, 6, 101).
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