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domingo, 27 de julio de 2014

La verdadera grandeza de León Tolstoi

No puedo compartir la ilusión temporal de algunos amigos míos que parecen estar seguros de que mis obras deberán ocupar un lugar en la literatura rusa.
León Tolstoi, Correspondencia, carta a William Ralston del 27 de octubre de 1878

Se lo conoce a Tolstoi, fundamentalmente, por dos de sus obras: Guerra y paz y Ana Karenina. Según la Wikipedia, Guerra y paz "es una de las obras cumbres de la literatura rusa y sin lugar a dudas de la literatura universal", pero Tolstoi no compartía esta opinión. En una carta fechada el 6/1/1871 dirigida a su amigo Afanasi Fet, se lee:

Ya no estoy escribiendo y nunca más volveré a escribir prolijas paparruchas del tipo Guerra y paz. Acepto mi culpa, y juro que no volveré a hacerlo nunca más (Correspondencia, p. 312).

Más tarde confirma este juicio --o mejor dicho lo potencia-- desde una carta dirigida a Alexandra Tolstaia que data de finales de enero o principios de febrero de 1873:

No piense que no fui sincero cuando le dije que en este momento Guerra y paz me resulta repugnante. Hace unos días tuve que echarle una mirada para decidir si debo hacer o no correcciones para la nueva edición, y soy incapaz de transmitirle el arrepentimiento y la vergüenza que sentí al revisar muchos de los pasajes. Era un sentimiento semejante al que experimenta una persona cuando ve las huellas de una orgía en la que participó (ibíd., p. 336).

Y sobre el final de su vida, cuando lo único que le interesaba era la propagación de la ética cristiana, asienta en su diario:

Personas que deberían odiarme porque destruyo sus puntos de vista cuasi religiosos, me aman por tonterías como Guerra y paz, etcétera, que consideran muy importantes (6/12/1908).

Con Ana Karenina sucedió algo parecido, o peor, porque no había culminado de concebirla cuando ya comenzó a detestarla:

... Ahora me voy a poner a la aburrida y trivial Ana Karenina y le ruego a Dios que me conceda la fuerza que necesito para sacármela de encima lo más rápidamente posible para liberar el espacio: me hace mucha falta el tiempo libre, no para dedicarme a mis tareas pedagógicas, sino a otras, por las que me siento todavía más atraído. [...] ¡Dios mío, si alguien pudiera terminar Ana Karenina por mí! Me resulta insoportablemente repulsiva (cartas a Nikolái Strájov del 25/8 y 8/11/1875; Correspondencia, pp. 362 y 365).


Las otras tareas, para las cuales requería Tolstoi mayor tiempo libre, eran sus escritos religiosos. Su tarea evangélica comenzaría en noviembre de 1875 con un ensayo sobre el significado de la religión y terminaría 35 años después, junto con su vida. Por eso despreció y renegó de estas dos novelas, porque no había en ellas moraleja ni mensaje religioso, ni mucho menos cristianismo primitivo. Todo lo que no fuese difundir el mensaje de Jesús, de Jesús y de tantos otros que lo precedieron y lo sucedieron, el mensaje de la no violencia y de la irresistencia al mal, le fue pareciendo Tolstoi, con el correr de los años, cosa sin importancia, paparrucha. Muchos otros, sin dudas la mayoría en este momento, opinan lo contrario. Alejandro Dolina por ejemplo, entiende que Tolstoi ha sido grande, uno de los más grandes escritores que jamás hayan existido, por haber escrito fundamentalmente Guerra y paz y Ana Karenina. Dice que como escritor ha sido un gigante, pero lo tiene en poca estima en cuanto a su rol de pensador filosófico y divulgador religioso. Yo no soy capaz de criticar a Tolstoi en tanto escritor porque no he leído ninguna de estas dos obras que, se supone, constituyen la cima de su genio y su talento; pero sí soy capaz de criticar al otro Tolstoi, al que no se detenía en paparruchas, y lo juzgo genial y talentoso, no por la forma, que es excelente desde luego, sino por el fondo, por el poso de verdad que mora debajo de su prístino licor, bebida vieja elaborada en un nuevo alambique ruso y no apta para paladares groseros. Los paladares groseros, frente a una banana, siempre se comportarán desechando el fruto y comiéndose la cáscara. No digo que leer Guerra y paz o Ana Karenina constituya una experiencia similar a deglutir una cáscara de banana; digo que dedicarles tiempo a estas obras en lugar de dedicárselo a los ensayos y los artículos posteriores de Tolstoi es algo parecido a despreciar una fruta madura, la más dulce y nutritiva fruta, con la excusa de que la cáscara es más colorida y aromática. ¡Que les aproveche, ordinarios comensales! Y cuidado con las consecuencias, con la metabolización del producto, porque tal vez no sea una cáscara de banana, sino de nuez o de almendra, lo que ingieren para matar el hambre. Desechen el fruto y riéguenlo a su paso, así quedará más para nosotros, para los que no nos deslumbramos con el exterior sino con el más interior de los alimentos.

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