Y ¿cuál era la receta de Camba para devolverle la
espiritualidad al pueblo estadounidense de principios del siglo XX?
Se debatía, en 1916, el ingreso de los Estados Unidos
a la Primera Guerra Mundial. Camba abogaba por este ingreso, aunque no por
razones geopolíticas sino por una cuestión axiológica:
Yo creo que
cualquier guerra --siempre que fuese una guerra justa, en la que el interés
nacional coincidiese con principios de un orden general-- le convendría
actualmente a este pueblo, tal vez demasiado metalizado, y en donde los valores
materiales iban adquiriendo sobre los valores morales una supremacía tan
grande. La guerra con Alemania sería una salvación espiritual (Un año en el otro mundo, pp. 136-7).
Pero
visto está que, aunque efectivamente ingresaron, y no solo a esa guerra sino a
la siguiente también, no salieron de aquellos trances menos metalizados y más
espiritualizados que antes, sino todo lo contrario. La experiencia nos ha
confirmado algo que yo presentía, aunque Camba no, y es el hecho de que la
guerra, como proceso integral, más allá de algunas excepciones puntuales
completamente menores, no es deseable en sentido ético, y si puede llegar a
presentarse como una especie de remedio contra ciertos males sociales, cabe
decir que este remedio será siempre peor que la enfermedad que pretende curar.
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