Leo una noticia aparecida en el portal de Clarín.com el día 8/5/15: "Una
chica de 19 años murió por mascar mucho chicle". Era una chica inglesa,
pero bien podría haber sido norteamericana, pues son los norteamericanos, sin
disputa, los campeones mundiales de este deporte.
Mascar goma:
he aquí el gran vicio nacional de los Estados Unidos de Norteamérica. Los
americanos mascan goma así como los chinos fuman opio. La goma de mascar es el
paraíso artificial de este pueblo. En el tranvía o en el ferrocarril, yo he
visto a veces frente a mí 15 o 20 personas en fila abriendo y cerrando la boca,
como si fueran peces, y con una expresión beatífica en los ojos. Esta expresión
respondía al gusto que experimentaban mascando goma. [...]
La goma de mascar es una goma perfumada y sumamente blanda, que se
vende en forma de pastillas. Las familias pobres, sin embargo, yo creo que
comprar neumáticos viejos y que los mascan en común; esto es, que el padre y la
madre y los hijos y las muchachas se sientan todos alrededor del neumático y
que le meten el diente simultáneamente. Un neumático de automóviles, utilizado
en esta forma, puede durarle a una familia todo el año. [...]
Todo el mundo masca goma en América, los ricos y los pobres, los negros
y los blancos y los amarillos [...]. Y aquí es donde aparecen la utilidad y la
trascendencia social y política de la goma de mascar. No tan solo el hábito de
mascar goma constituye algo común para las diferentes razas que pueblan los
Estados Unidos, algo que iguala entre sí a los americanos de procedencias más
diversas [...], sino que, poco a poco, la masticación va creando unos rasgos
fisonómicos típicamente americanos, entre los que predomina la mandíbula [...].
Si, en el porvenir, llega a existir un tipo americano tan característico como
lo son hoy el tipo inglés, o el francés, o el español, los americanos podrán
decir que, para formarlo, se han gastado en goma millones y millones de
dólares. Este país va adquiriendo cohesión a fuerza de goma (Julio Camba, Un año en el otro mundo pp. 46-7-8).
De mandíbulas grandes
de tanto mascar chicles
es muy común el verlos
a los americanos...
cantaba
Alberto Cortez. Pero volvamos a la chica inglesa que murió por masticar tanto
chicle --catorce por día, según su madre--. Parece que lo que la mató no fue la
masticación en sí, sino el edulcorante que los chicles contenían. Eran chicles
sin azúcar, y le quedaron las células sanguíneas tan saturadas de aspartamo que
no había lugar en ellas para ningún mineral, ni calcio, ni magnesio ni nada de
nada. Continúen entonces los norteamericanos mascando chicle y afianzando así
su identidad nacional, pero que no sean chicles dietéticos por favor. Y yo, que
desde que dejé de consumir azúcar consumo aspartamo a lo pavote, tendré que
realizar un nuevo esfuerzo ascético y eliminar de mi heladera las gaseosas y
las aguas saborizadas hasta tanto las empresas que las elaboran se dignen a endulzarlas
con azúcar natural de caña. Fue tal vez por esto del aspartamo, por su efecto
lixiviador, que volví a padecer una caries a pesar de que hace ya doce años que
apenas pruebo el azúcar refinado.
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