En
sus “Consejos a las mal casadas” (AP
3858), Bernardo Soares, con un espíritu curiosamente didáctico, explica a las
mujeres cómo traicionar a sus maridos con la mente, una práctica que
consistiría en imaginarse gozando con un hombre A cuando se está copulando con un hombre B. Yo solía utilizar este truco con Javier: él era mi hombre B, el A variaba de acuerdo a las circunstancias. Muchas veces el A no era un hombre sino una mujer,
Florencia por ejemplo. Esta trampa tiene su encanto, pero la traición
propiamente dicha es más placentera.
10:33 A.M.
Ha sido Pessoa un furibundo anticomunista:
El comunismo no es
un sistema: es un dogmatismo sin sistema —el dogmatismo informe de la
brutalidad y la disolución. Si lo que hay de basura moral y mental en
todos los cerebros pudiera ser barrido y reunido, y con ella se formase una
figura gigantesca, tal sería la figura del comunismo, enemigo supremo de la
libertad y de la humanidad (AP 1706).
Si se refiere al comunismo
político, podría estar en cierto sentido de acuerdo. Si se refiere al comunismo
apostólico (“ninguno decía ser suyo propio nada
de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común”; Hechos 4:32), discrepo completamente.
11:01 A.M.
En 1917 se producen en Europa dos acontecimientos históricamente
importantes y aparentemente inconexos: la revolución rusa y la aparición de la
Virgen de Fátima. Pessoa reúne estos dos acontecimientos a través de esta
reflexión:
El odio a la
ciencia, a las leyes naturales, es lo que caracteriza la mentalidad
popular. El milagro es lo que el pueblo quiere, es lo que el pueblo
comprende. Que lo haga Nuestra Señora de Lourdes o de Fátima, o que lo
haga Lenin, solo en eso está la diferencia (AP
874).
Los milagros de Lenin, ya se ha visto, quedaron en el olvido. Los
de la Virgen de Fátima no sé, pero han sido tan impotentes como los de Lenin
para mejorar la calidad de vida del pueblo. Si me dan a elegir yo prefiero, lo
mismo que Pessoa, los milagros de la ciencia.
10:28 P.M.
No era Pessoa un buen gurmet. Comía de todo, no le hacía asco a
nada, pero nunca se jactó de ser un dandi de la comida. La consigna de Álvaro
de Campos era la siguiente: “Comamos, vivamos y amemos sin quedar prendidos
sentimentalmente a la comida, a la bebida o al amor, pues eso traería después
incomodidades” (AP 888). Pessoa se atuvo
fielmente a este precepto en lo que hace a la comida y amor; por la bebida —en
especial por el aguardiente— creo que sintió algún cariño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario