… A contar a aquel pobre muchachito
que me dio tantas horas tan felices.
Álvaro de Campos, “Soneto Já Antigo”
El
coqueteo de Pessoa con la homosexualidad data de sus años juveniles. En 1915
Álvaro de Campos escribe un poema, “Oda marítima” (AP 135), en donde espeta frases como estas:
¡Ser mi cuerpo pasivo la mujer --todas las
mujeres--
¡Que fueron violadas, muertas, heridas, rasgadas
por los piratas!
¡Ser en mi ser subyugado una hembra que tiene que
ser de ellos
Y sentir todo esto --todas estas cosas de una sola
vez-- por la espina!
¡Oh mis peludos y rudos héroes de la aventura y del
crimen!
¡Mis marítimas fieras, maridos de mi imaginación!
¡Amantes casuales de la oblicuidad de mis
sensaciones!
Al año siguiente vuelve a la carga con “Salutación a Walt
Withman” (AP 926):
¡Locura furiosa! Ganas de gañir, de
saltar,
De rugir, susurrar, dar golpes, brincos,
gritos con el cuerpo,
[...]
De meterme delante del giro de la fusta
que va a golpear,
De ser la perra de todos los perros y
ellos no bastan.
Ser la perra de todos los perros. Y Bernardo Soares también
colabora: “Aquellos de nosotros que no son homosexuales desearían tener la
valentía de serlo” (LDD, § 33)[1]. Pero
en 1920, después de conocer a Ofelia, hasta el propio Álvaro de Campos parece
olvidarse de las apologías homosexuales. Todo parece indicar que Pessoa,
sexualmente hablando, era lo que podía. En su juventud pudo ser homosexual —aunque
probablemente nunca lo fue en la práctica—; en su madurez, se inclinó hacia la
heterosexualidad. Fantaseaba con hombres, pero noviaba con mujeres. Yo al
revés: a los bifes con los hombres, en la imaginación con las mujeres. Ambos podríamos
ser catalogados como bisexuales. O mejor, hermafroditas.
[1] Siguiendo esta línea, Cavalcanti Filho habla
de “el homosexual que Pessoa nunca tuvo coraje de ser” (CF, p. 263).
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