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miércoles, 26 de septiembre de 2018

Soy multitudes




Si no supiésemos de antemano que Álvaro de Campos no existe, que no existe Ricardo Reis ni Bernardo Soares ni Alberto Caeiro ni Alexander Search, no sospecharíamos que todas esas personas provienen de una sola persona.

Yo soy una antología.
Escribo tan diversamente
que, con poca o mucha valía,
de mis poemas nadie diría
que el poeta es uno solamente.
(AP 780).

127 heterónimos le cuenta Cavalcanti Filho; para Pizarro y Ferrari[1] son 136. Entre ellos hay africanos, alemanes, brasileños, franceses, ingleses y portugueses. Hay monárquicos y republicanos. Hay aristócratas, astrólogos, adivinos, filósofos, paganos, espíritus incorpóreos y periodistas; hay un clínico general, un psicólogo y psiquiatra, un geógrafo, un grafólogo, un descifrador, un emperador romano, un mandarín, un maharajá, un pachá, un alquimista, un brujo, un panfletario y especialista en capoeira, un contable, un cristiano nuevo, un reverendo, un sir… Personajes muy diversos que tienen, todos ellos, una sola cosa en común: ser, a los ojos del mundo, unos miserables fracasados. No existe entre ellos “un único gran hombre, un héroe eminente, un hombre de éxito o miembro de la nobleza, alguien que sea reconocido u honrado por sus conciudadanos” (CF, p. 439). Ni reconocidos ni honrados: el ejército de heterónimos corrió la misma suerte que le tocó (en vida) a su creador.


[1] Cf. 136 pessoas de Pessoa, de Jerónimo Pizarro y Patricio Ferrari.

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