Sé un periodista o sé un artista. Busca el éxito inmediato o la
vida eterna.
Fernando Pessoa, Aforismos y
afines
A pesar de admirar
la literatura de Bernard Shaw y de Gilbert Chesterton[1],
Pessoa encontraba en estos autores algo fatal para el aspirante a genio: el
oportunismo del aquí y el ahora. En ambos, dice, el estilo de escritura es el
mismo:
Consiste
en anotar lo que uno piensa sin pensarlo. Esto mismo es el periodismo —en el periodismo
porque no hay tiempo; aquí porque hay periodismo—. El deseo fatal de
impresionar al público esta tarde, como si no hubiera humanidad, está en la
base de esta falta de excelencia (EBI,
§ 44).
Es un desperdicio de creatividad el tener talento de escritor y
escribir como periodista, porque “hay una escisión casi completa, si no
completa, entre el periodismo y la superioridad intelectual” (AP 3616). Cuando estos autores no
escriben para impresionar a los vecinos, cobran altura. Son escritores a los que
el periodismo tienta con su frescosidad. Desbrozados sus artículos de este
defecto pueden leerse con fruición, y hasta con asombro y admiración, por
quienes no compartimos con ellos ni su época ni su lugar y por tanto ninguno de
sus provincianos intereses.
3:34 a.m.
“Entre esos tipos y yo hay algo personal”, dice Pessoa
refiriéndose a los periodistas. Tienen una misión muy importante, tan
importante, en el siglo XX, como la que tiene la religión. “La religión y el
periodismo son las únicas fuerzas verdaderas”. Pero esas fuerzas verdaderas, en
el caso específico del periodismo, están mal direccionadas:
Cuando se dice que
el periodismo es un sacerdocio, se dice bien, pero el sentido no es el que se
atribuye a la frase. El periodismo es un sacerdocio porque tiene la influencia
religiosa de un sacerdote; no es un sacerdocio en el sentido moral, pues no
existe, ni puede haber moral en el periodismo, que sirve al momento que pasa,
en el cual no cabe, ni puede caber, moralidad (“Argumento del periodista”, AP 4075).
Existen, por lo general, en toda sociedad personas cultas y
personas medio cultas. Las personas cultas son las que leen libros de alto
vuelo; las medio cultas son las que leen principalmente periódicos. Sin
embargo, cuando los periódicos que predominan en una sociedad son de muy baja
estofa, las personas que los leen ya dejan de ser medio cultas y pasan a
engrosar las filas de los ignorantes. Es el caso, según Pessoa, de su país en
aquel tiempo:
Hay notables temperamentos
críticos [en Portugal], pero nunca escriben en periódicos y a veces sería más
justo decir que no escriben en absoluto. Hay mucha gente culta en
Portugal, pero no hay medio cultos. La cultura en Portugal es
de individuos, no de grupos, y esos individuos viven casi separados, a veces incluso
separados de sí mismos (Carta
a Rogelio Buendìa del 15/9/1923, AP 3616).
¿Serán estos los desahogos de un resentido que siempre quiso
publicar artículos en los periódicos lisboetas y que las veces en que pudo
hacerlo por lo general no salió bien parado? Es probable. Schopenhauer habló
pestes del profesorado universitario, pero antes de hablar había intentado ser
profesor. Pessoa siempre quiso ser la voz de su tiempo y de su país, al menos
en lo relacionado a la cultura poética, y para lograr esto le era necesario
escribir en periódicos y revistas. Lo logró a medias, y sus colaboraciones para
la prensa le dejaron un sabor agridulce. Con todo, sus palabras, eso de que la
cultura en Portugal es de individuos y no de grupos, siguen siendo correctas
trasladadas a otras geografías y a la época presente.
[1] Muy pronto se
olvida de esta admiración: “Dejé de interesarme por personas que son apenas
inteligentes —Wells, Chesterton, Shaw” (AP
2809).
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