Además de inventar poemas, a Pessoa también le
gustaba inventar cosas más concretas. Su invención más notable fue el futbolín
—como lo llaman en España— o metegol —como lo llamamos nosotros—. Ya en 1913
menciona esa idea, pero no la llevó a la práctica, seguramente por no contar
con algún patrocinador que pusiera el dinero. Este juego
acabó
patentado más tarde (enero de 1937), en Barcelona (España), por Alejandro
Finisterre. Si Pessoa hubiese vivido más se hubiese lamentado mucho por no
haber invertido en la comercialización de ese producto que el tiempo
convertiría en un éxito absoluto (CF,
pp. 512-3).
Yo también inventé un juego de fútbol, con tablero,
fichas, ruleta y dados, complejísimo, y lo presenté a una casa especializada en
juegos de mesa en 1989, con la esperanza
de que invirtieran dinero en su comercialización. (Ruibal es el nombre de la
empresa, todavía existe). No prosperó la idea, pese a que había un claro
interés en el juego, porque se me pedía simplificarlo más y más cada vez, hasta
que me cansé y desistí. Aún conservo el tablero, las fichas y el reglamento, a
la espera de que los juegos de mesa con temática futbolística, que actualmente
han desaparecido por causa de las PlayStation,
resuciten.
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