Dijo Jesús: "De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como
niños, no entraréis en el reino de los cielos" (Mateo 18:3). Pero Tolstoi
agrega a los niños, los ancianos:
Solo los ancianos y los niños, libres del deseo sexual,
viven una vida verdadera. Los demás no son sino una fábrica para la
perpetuación de los animales (ibíd.,
17/3/1907).
Anhelaba llegar a ser un anciano patriarca, tal como lo expuso en
su entrada del 14 de abril de 1895: "¿He dejado atrás una etapa de mi vida
y he entrado en la edad senil, pura, que tan largamente he deseado?". Y lo
anhelaba un poco para frenar su lascivia, pero más que nada porque suponía que
a medida que uno envejece, se torna mejor persona:
El progreso moral de la humanidad proviene únicamente de
que hay ancianos. Los ancianos se vuelven más bondadosos, más inteligentes, y
transmiten a las generaciones que les siguen lo que han vivido. Si no existiera
esto, la humanidad no avanzaría (ibíd.,
14/11/1898).
Yo también lo anhelo, anhelo ser viejo,
pero no tanto para poder curarme de mi lubricia inveterada o por suponer que
con el paso de los años, inexorablemente, me haré más bueno, sino para poder
disponer a discreción de mi tiempo. Es decir, no anhelo la vejez sino la
hipotética jubilación que mi vejez me traería. Si pudiera jubilarme ahora lo
haría sin dudarlo pese a no ser viejo todavía. ¿Lo peor de todo? Llegar a viejo
con la necesidad de seguir trabajando para ganarme el sustento.
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