"Amarás a Dios por sobre todas las cosas",
se nos prescribe como el deber primero e insoslayable del buen cristiano. Pero
¿qué es amar a Dios, qué significa? Tolstoi tiene dudas:
En las palabras de Cristo: amar a Dios y al prójimo, el amor a Dios me
parece superfluo, incompatible con el amor al prójimo; incompatible porque el
amor al prójimo es muy claro, más claro que cualquier cosa, mientras que el
amor a Dios, por el contrario, es muy poco claro. Reconocer que Dios existe,
Dios en sí mismo, sí, pero... ¿amarlo? (ibíd.,
23/11/1909).
Para los que creemos que Dios es el amor, el amor a Dios sale sobrando. Es como decir "yo
amo el amor", no tiene mucho sentido. Se aman cosas concretas, palpables,
vivas, personalizables, y Dios no es, en principio, nada de eso. Podemos
representarnos a Dios como un ser personal y entonces amarlo o intentar
hacerlo; pero suele suceder, desgraciadamente, que quienes ponen todo su amor
en este Ser personal tienden a odiar, o por lo menos a no amar con la
suficiente fuerza, a su prójimo y a su no tan prójimo, y entonces ese amor a
Dios queda como encapsulado y sin distribuirse. Habrá, lógicamente, personas
excepcionales que puedan amar por igual a Dios y a sus criaturas; pero
nosotros, que sabemos que no hemos de llegar jamás a esas alturas,
conformémonos con amar al prójimo --cosa bastante difícil de lograr en estos
turbulentos tiempos--, que ya con eso disfrutaremos de la presencia de Dios en
nuestro espíritu.
¿Existe Dios en Sí mismo? Debo responder y responderé: sí,
probablemente, pero de Él, de ese Dios en Sí mismo, no entiendo nada. Sin
embargo, no me sucede lo mismo con el Dios-Amor. A Él lo conozco con certeza.
Él lo es todo para mí, la explicación y el objeto de mi vida.
Solo estamos lo suficientemente seguros de que Dios
existe cuando el que existe, dentro de nosotros, es el amor.
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