No,
no, ¡eso, no!
¡Todo
menos saber qué es el Misterio!
Superficie
del Universo, oh Párpados Cerrados,
¡nunca
os alcéis!
¡La
mirada de la Verdad Final no podría soportarse!
Álvaro de Campos, “Demogorgon”
Consideraba Pessoa que existen tres
senderos posibles para conocer lo oculto:
El
camino mágico, que es extremadamente peligroso, en todos los sentidos (incluye
prácticas como las del espiritismo, intelectualmente al nivel de la brujería,
que también es magia); el camino místico, que no tiene propiamente peligros,
pero es incierto y lento[1];
y el que se llama camino alquímico, el más difícil y el más perfecto de todos,
porque comprende una transmutación de la propia personalidad que la prepara, sin grandes riesgos y con las
defensas que los otros caminos no tienen (primera carta de Pessoa a Casais Monteiro, AP 3007).
Yo entiendo que el único camino posible para desentrañar
lo oculto que merece ser desentrañado,
es el camino del bien, del comportamiento ético hasta las últimas consecuencias.
Haz el bien y conocerás la Verdad. Esos otros caminos que postula Pessoa quizá
también nos lleven hacia lo oculto, pero será un oculto distinto, que no merece
desocultarse tanto como el otro, o que conviene redondamente mantener tapado.
8:58 p.m.
Pessoa creía en la metafísica:
Son insinceros los escritos hechos para
asombrar, y también aquellos —notad bien, esto es importante—, aquellos que no se
apoyan sobre ninguna idea metafísica fundamental, es decir aquellos donde no
pasa ni tan solo como un soplo, una noción de la gravedad y del misterio de la
vida (PDN, § 221).
No solo aprobaba la metafísica sino que vivía, y sobre todo escribía,
inmerso en ella. La grandeza de su poesía
se
encuentra no tanto en su extrema belleza de forma o en sus prodigiosas riquezas
de contenido o la complejidad de la propia alma del poeta que la produjo, como
en el de que ella se encuentra realmente estructurada sobre un pensamiento
metafísico —metafísica primitiva, metafísica mágica, metafísica ocultista si se
quiere—, pero no por eso revela menos profundamente una conciencia que vivió en
comunión con el insondable misterio que solo la muerte devela (JGS, párrafo final).
Después
está el tema de la religiosidad, que es cosa diferente de la metafísica, aunque se vinculan, pero se
puede creer en la metafísica sin ser una persona religiosa. Debido a su
oposición al sacerdocio[2],
algunas personas dudan de su religiosidad[3].
Yo creo que fue Pessoa un hombre religioso, y a quien lo niegue le recitaré la
siguiente afirmación suya:
Hay solo dos tipos de estados de ánimo
constante en los que vale la pena vivir la vida: el
noble júbilo de una religión o el noble pesar de haber perdido una. Lo demás es
vegetación, y solo una botánica psicológica puede interesarse en una humanidad
tan diluida (PDN, § 28).
O esta otra:
Creo en la existencia
de mundos superiores al nuestro y de habitantes de esos mundos, que existen con
diferentes niveles de espiritualidad, sutilizándose hasta llegar a un Ente
Supremo, que presumiblemente creó este mundo (primera
carta de Pessoa a Casais Monteiro, AP
3007).
Está claro que Fernando Pessoa
creía en la religiosidad como un valor a cultivar, valor que quizás había
perdido y que añoraba[4].
[1] En otro lado
agrega: “Los caminos del Misticismo y de la Magia son a menudo caminos de
engaño y error. […] Ambos […] son atajos para el conocimiento. En cierto
sentido, tanto el Misticismo como la Magia son confesiones de impotencia”
(AP 1258).
[2] Bajo la máscara de
uno de sus primeros heterónimos llegó a escribir este durísimo (aunque
humorístico) texto en contra de la curia: “Yo, Charles Robert Anón, ser,
animal, mamífero, tetrápode, primate, placentario, macaco, catirrineano,
hombre; dieciocho años de edad, soltero (excepto de vez en cuando), megalómano,
con huellas de dipsomanía, dégénéré supérieur, poeta, con pretensiones
de escritor humorista, ciudadano del mundo, filósofo idealista, etc., etc.
(para ahorrar trabajo al lector). En nombre de la VERDAD, de la CIENCIA y de la
FILOSOFÍA, no con campana, libro y vela, sino con lapicera, tinta y papel,
profiero sentencia de excomunión para todos los curas y sectarios de todas las
religiones del mundo. Excommunicabo vos.
Que seáis todos malditos” (EEAA, p.
30). Y Joaquim Moura Costa, un heterónimo menor,
sentencia en 1910: “Maldita sea en toda parte / la Iglesia Católica. [...] Hay solo
dos cosas que hacer para aquella / Iglesia Católica: / cagar para ella y mear
para ella. / Caguemos pues y todo junto / para la Iglesia Católica” (AP 307).
[3] Cavalcanti Filho lo
clasifica, en un cuadro sinóptico, como ateo (CF, p. 262). Ángel Crespo, por el contrario, entiende que fue
Pessoa “un hombre esencialmente religioso” (Estudios
sobre Pessoa, p. 17).
[4] (Nota añadida el 14/1/19.) En 1912 Pessoa
escribió un artículo en el que describe la nueva poesía portuguesa como
esencialmente metafísica y esencialmente religiosa, y afirma que toda gran
poesía es religiosa (cf. AP 3101).
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