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sábado, 4 de agosto de 2018

Pessoa y el cansancio de pensar


“Ayer —nos cuenta Pessoa— sufrí la influencia refrescante de algunas páginas de estadística. Si se reflexiona con cuidado, el misterio del Universo se encuentra también ahí. Aunque no lo parezca” (PDN, § 39). Cualquier ciencia, por blanda que sea, tiene que mostrarnos un costado estadístico para que podamos considerarla como tal. Interesarse por las estadísticas, saber interpretarlas y no dejarse engañar por ellas es tarea ineludible para el pensador filosófico.

1:22 a.m.
Nos cansamos de todo, menos de comprender”, decía Virgilio. Bernardo Soares no está de acuerdo: “Dijo mal el escoliasta de Virgilio. De lo que más nos cansamos es, sobre todo, de comprender. Vivir es no pensar” (LDD, § 374). Yo le voy a Virgilio: el día que me canse de comprender, la vida se me tornará tediosa. ¿Y no era por eso, por haberse cansado de comprender, que Soares-Pessoa vivía desasosegado?

1:46 A.M.
No es imprescindible estudiar letras o filosofía para ser un buen escritor o un buen pensador. Pessoa se inscribió en un curso de letras en Lisboa, pero asistió poco y de forma irregular[1]. Su formación literaria no necesitó de las universidades. Yo me inscribí en la carrera de filosofía en el 2011, pero apenas cursé un cuatrimestre. Mi formación filosófica tampoco necesitó de las universidades.

1:58 A.M.
A Pessoa nunca le sobró el dinero, y en algunas ocasiones le faltó[2]. Pese a ello, continuó siempre trabajando en lo mismo: era, según su propia definición, un “corresponsal extranjero en casas comerciales” (EEAA, p. 112). Y eso que no le faltaron oportunidades de progreso. Como el ofrecimiento del doctor Coelho de Carvalho, entonces rector de la Universidad de Coimbra, para que ocupase la cátedra de lengua y literatura inglesa en la Facultad de Letras; o el del general Silvano, que le ofreció una ocupación que le proporcionaría ochenta mil reales mensuales. También desestimó una oferta de empleo de la filial portuguesa de la Vacuum Oil Company (cf. CF, p. 485). Pessoa rechazó todos estos empleos bien pagados porque requerían más dedicación y mayores responsabilidades. No quiso ganar más al precio de resignar horas dedicadas a la vida literaria.
 Yo también, en algún momento, sufrí alguna estrechez económica (véanse mis anotaciones del 20/10/7), aunque nunca me faltó el sustento. Y yo también rechazaré en unos meses un trabajo bien remunerado —el de lonero— para dedicarme con mayor esmero a la filosofía y la literatura.

3:50 p.m.

Parece que en el camino que transita desde la certeza de la filosofía socrática, desde una piel platónica o kantiana, Pessoa, deshaciéndose de su credulidad científica llegara a la otra orilla que busca la verdad mediante la mentira, ya asumida, mediante la asunción de que todo es ilusión, de que lo esencial es la apariencia (POT, pos. 1789).

Yo también tendría que leer un poco más de poesía, aunque no tanta como para mutar en poeta. Siempre fui y me consideré un pensador filosófico con facultades poéticas y no un poeta animado por la filosofía. Pero un poco de poesía me vendría bien, porque últimamente (desde hace unos treinta años) estoy demasiado racionalista.

4:57 P.M.
La mentira artística, a la que era propenso Pessoa, pugnaba con igual fuerza en su espíritu joven con el amor filosófico a la verdad. Después la mentira artística le sacó varios cuerpos a la verdad; consecuencia: se convirtió, acicateado por Alberto Caeiro, en un poeta demasiado irracional, y sus inclinaciones filosóficas se hicieron demasiado posmodernas, con todo lo que ello implica en detrimento de la coherencia intelectiva.
Dice Pérez López:

Sentía vivos en él al filósofo y al poeta, en una pugna que a nuestros jóvenes ojos encarna la pugna de toda la historia dialéctica de nuestra animalidad quizá en una reproducción ontogénica de esa gran pugna que nos constituye como especie e individuo. Una pugna de dos mitades que no logran hermanarse (POT, pos. 1793).

Todos los amantes de la literatura tenemos un poco de filósofos y un poco de poetas, y todos nos inclinamos un poco más hacia alguno de estos dos bandos. Según Miguel de Unamuno, “la filosofía se acuesta más a la poesía que no a la ciencia”. Pessoa opinaba lo mismo. Yo creo que la buena filosofía se acuesta con las dos por igual, porque una filosofía con poca ciencia tiende al verbalismo huero y una filosofía con poca poesía tiende al almidonamiento. Puede, sí, el pensador filosófico recostarse un día más hacia la poesía y otro día más hacia la ciencia, pero no conviene que deje de lado ninguna de estas disciplinas por un período prolongado. Pessoa se acostó mucho, demasiado a la poesía como para pretender el rótulo de pensador filosófico; yo me acuesto muy poco como para pretender el rótulo de poeta.

6:29 p.m
Pensador temerario era Pessoa; el prurito de la demostración científica no le quitaba el sueño. Leamos por ejemplo este pasaje:

Si la fecundación se da en períodos en los que los dos padres (o uno solo de ellos) viven en tensión nerviosa constante, el producto de ese acto, el hijo, tenderá a recibir un elemento de anormalidad, aunque los padres sean normales (EGL, p. 41).

Yo afirmé hace un tiempo (y lo sigo sosteniendo) que si la fecundación se realiza con amor, el hijo nacerá con una impronta más armónica y equilibrada que si se realiza por mero deseo sexual, y que una relación sexual sin amor, pero con excitación intensa, recombina mejor la genética del futuro hijo que el sexo sin amor y sin deseo. A temeridad epistemológica no me gana nadie.

8:29 p.m.
Disfrutó mucho Pessoa, en su juventud, leyendo los libros de Haeckel. En su biblioteca personal se encuentran Los enigmas del universo, Las maravillas de la vida, El origen del hombre y la Historia de la creación de los seres organizados según las leyes naturales. Son los mismos libros que yo he leído, en mi juventud (filosófica), en la Biblioteca Nacional y en la del Congreso, con la única diferencia de que Pessoa los leyó traducidos al francés y yo al español.
 Haeckel es un trampolín de singular potencia para lanzarse de lleno a la filosofía, pero es un trampolín solamente, hay que rebotar en él y alejarse. Quedarse en Haeckel es como subir al trampolín y no saltar por miedo a la caída. La filosofía implica mucho más riesgos que los que Haeckel y sus discípulos están dispuestos a correr.

9:54 p.m.
Fernando Pessoa, además de ganarse la vida traduciendo cartas comerciales, participó de algunas campañas publicitarias y sus frases fueron recompensadas con un extra de dinero que siempre fue bienvenido. El aporte que más trascendió en este sentido fueron sus ideas en favor de la bebida gaseosa que ya en aquel momento comenzaba a ser furor en el mundo:

El escritor fue contratado en 1928 como redactor y creador de una campaña publicitaria [...] para el lanzamiento de la Coca-Cola en Portugal. [...] La aguda mordacidad del poeta se tradujo en el siguiente eslogan: Primero se extraña, después se entraña. La frase produjo algún impacto inicial, seguido luego de un escándalo que traería enormes perjuicios financieros. Ocurre que el entonces Director de Salud de Lisboa [...] entendió que el mensaje publicitario era un explícito reconocimiento de la toxicidad y condición adictiva del producto. Sobre esa base decretó la prohibición del consumo y, más aún, ordenó que todas las botellas de Coca-Cola existentes en Portugal fueran arrojadas al mar (Luis Gruss, Lo inalcanzable, p. 36).

En lugar de los portugueses, los que se hicieron adictos a la Coca-Cola fueron los peces de ese mar, que desde aquel entonces se llama Mar Muerto: esa infesta bebida los mató a todos.


[1] Se matriculó “en el Curso superior de Letras de la Universidad de Lisboa (con un especial interés en la Cátedra de Filosofía), cursos que frecuenta desde finales de 1905 a mediados de 1907” (POT, pos. 1770).
[2] En su diario, entrada del 14/11/1915, escribe: "En casa sin cena, porque no tenía dinero" (EEAA, p. 86). También en algunas ocasiones tuvo que pedir dinero prestado a uno u otro amigo.

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