“Ayer —nos cuenta Pessoa—
sufrí la influencia refrescante de algunas páginas de estadística. Si se
reflexiona con cuidado, el misterio del Universo se encuentra también ahí. Aunque
no lo parezca” (PDN,
§ 39). Cualquier ciencia, por blanda que sea, tiene que mostrarnos un costado
estadístico para que podamos considerarla como tal. Interesarse por las
estadísticas, saber interpretarlas y no dejarse engañar por ellas es tarea ineludible
para el pensador filosófico.
1:22 a.m.
“Nos cansamos de
todo, menos de comprender”, decía Virgilio. Bernardo Soares no está
de acuerdo: “Dijo
mal el escoliasta de Virgilio. De lo que más nos
cansamos es, sobre todo, de comprender. Vivir es no pensar” (LDD, § 374). Yo le voy a Virgilio: el
día que me canse de comprender, la vida se me tornará tediosa. ¿Y no era por
eso, por haberse cansado de comprender, que Soares-Pessoa vivía desasosegado?
1:46
A.M.
No es imprescindible estudiar letras o filosofía para ser un buen
escritor o un buen pensador. Pessoa se inscribió en un curso de letras en
Lisboa, pero asistió poco y de forma irregular[1].
Su formación literaria no necesitó de las universidades. Yo me inscribí en la
carrera de filosofía en el 2011, pero apenas cursé un cuatrimestre. Mi
formación filosófica tampoco necesitó de las universidades.
1:58 A.M.
A Pessoa nunca le sobró el dinero, y en algunas ocasiones le faltó[2].
Pese a ello, continuó siempre trabajando en lo mismo: era, según su propia
definición, un “corresponsal extranjero en casas comerciales” (EEAA, p. 112). Y eso que no le
faltaron oportunidades de progreso. Como el ofrecimiento del doctor Coelho de
Carvalho, entonces rector de la Universidad de Coimbra, para que ocupase la
cátedra de lengua y literatura inglesa en la Facultad de Letras; o el del
general Silvano, que le ofreció una ocupación que le proporcionaría ochenta mil
reales mensuales. También desestimó una oferta de empleo de la filial
portuguesa de la Vacuum Oil Company (cf. CF, p. 485). Pessoa rechazó todos estos
empleos bien pagados porque requerían más dedicación y mayores
responsabilidades. No quiso ganar más al precio de resignar horas dedicadas a
la vida literaria.
Yo también, en algún
momento, sufrí alguna estrechez económica (véanse mis anotaciones del 20/10/7),
aunque nunca me faltó el sustento. Y yo también rechazaré en unos meses un
trabajo bien remunerado —el de lonero— para dedicarme con mayor esmero a la
filosofía y la literatura.
3:50 p.m.
Parece que en el camino que transita desde la certeza
de la filosofía socrática, desde una piel platónica o kantiana, Pessoa,
deshaciéndose de su credulidad científica llegara a la otra orilla que busca la
verdad mediante la mentira, ya asumida, mediante la asunción de que todo es
ilusión, de que lo esencial es la apariencia (POT, pos. 1789).
Yo también tendría que
leer un poco más de poesía, aunque no tanta como para mutar en poeta. Siempre
fui y me consideré un pensador filosófico con facultades poéticas y no un poeta
animado por la filosofía. Pero un poco de poesía me vendría bien, porque
últimamente (desde hace unos treinta años) estoy demasiado racionalista.
4:57 P.M.
La mentira artística, a la que era propenso Pessoa, pugnaba con
igual fuerza en su espíritu joven con el amor filosófico a la verdad. Después
la mentira artística le sacó varios cuerpos a la verdad; consecuencia: se
convirtió, acicateado por Alberto Caeiro, en un poeta demasiado irracional, y
sus inclinaciones filosóficas se hicieron demasiado posmodernas, con todo lo
que ello implica en detrimento de la coherencia intelectiva.
Dice Pérez López:
Sentía vivos
en él al filósofo y al poeta, en una pugna que a nuestros jóvenes ojos encarna
la pugna de toda la historia dialéctica de nuestra animalidad quizá en una
reproducción ontogénica de esa gran pugna que nos constituye como especie e
individuo. Una pugna de dos mitades que no logran hermanarse (POT, pos. 1793).
Todos los amantes de la literatura
tenemos un poco de filósofos y un poco de poetas, y todos nos inclinamos un
poco más hacia alguno de estos dos bandos. Según Miguel de Unamuno, “la filosofía se acuesta más a la poesía que no
a la ciencia”. Pessoa
opinaba lo mismo. Yo creo que la buena filosofía se acuesta con las dos por igual, porque
una filosofía con poca ciencia tiende al verbalismo huero y una filosofía con
poca poesía tiende al almidonamiento. Puede, sí, el pensador filosófico
recostarse un día más hacia la poesía y otro día más hacia la ciencia, pero no conviene
que deje de lado ninguna de estas disciplinas por un período prolongado. Pessoa se acostó mucho, demasiado a la poesía como
para pretender el rótulo de pensador filosófico; yo me acuesto muy poco como
para pretender el rótulo de poeta.
6:29 p.m
Pensador temerario
era Pessoa; el prurito de la demostración científica no le quitaba el sueño.
Leamos por ejemplo este pasaje:
Si
la fecundación se da en períodos en los que los dos padres (o uno solo de
ellos) viven en tensión nerviosa constante, el producto de ese acto, el hijo,
tenderá a recibir un elemento de anormalidad, aunque los padres sean normales (EGL, p. 41).
Yo afirmé hace un
tiempo (y lo sigo sosteniendo) que si la fecundación se realiza con amor, el
hijo nacerá con una impronta más armónica y equilibrada que si se realiza por
mero deseo sexual, y que una relación sexual sin amor, pero con excitación
intensa, recombina mejor la genética del futuro hijo que el sexo sin amor y sin
deseo. A temeridad epistemológica no me gana nadie.
8:29 p.m.
Disfrutó mucho Pessoa, en su juventud, leyendo los libros de
Haeckel. En su biblioteca personal se encuentran Los enigmas del universo, Las maravillas de la vida, El origen del
hombre y la Historia de la creación
de los seres organizados según las leyes naturales. Son los mismos libros
que yo he leído, en mi juventud (filosófica), en la Biblioteca Nacional y en la
del Congreso, con la única diferencia de que Pessoa los leyó traducidos al
francés y yo al español.
Haeckel es un trampolín de
singular potencia para lanzarse de lleno a la filosofía, pero es un trampolín
solamente, hay que rebotar en él y alejarse. Quedarse en Haeckel es como subir
al trampolín y no saltar por miedo a la caída. La filosofía implica mucho más
riesgos que los que Haeckel y sus discípulos están dispuestos a correr.
9:54 p.m.
Fernando Pessoa, además de ganarse la vida traduciendo cartas
comerciales, participó de algunas campañas publicitarias y sus frases fueron
recompensadas con un extra de dinero que siempre fue bienvenido. El aporte que
más trascendió en este sentido fueron sus ideas en favor de la bebida gaseosa
que ya en aquel momento comenzaba a ser furor en el mundo:
El escritor fue
contratado en 1928 como redactor y creador de una campaña publicitaria [...]
para el lanzamiento de la Coca-Cola en Portugal. [...] La aguda mordacidad del
poeta se tradujo en el siguiente eslogan: Primero
se extraña, después se entraña. La frase produjo algún impacto inicial,
seguido luego de un escándalo que traería enormes perjuicios financieros.
Ocurre que el entonces Director de Salud de Lisboa [...] entendió que el
mensaje publicitario era un explícito reconocimiento de la toxicidad y
condición adictiva del producto. Sobre esa base decretó la prohibición del
consumo y, más aún, ordenó que todas las botellas de Coca-Cola existentes en
Portugal fueran arrojadas al mar (Luis Gruss, Lo inalcanzable, p. 36).
En lugar de los portugueses, los que se hicieron adictos a la
Coca-Cola fueron los peces de ese mar, que desde aquel entonces se llama Mar
Muerto: esa infesta bebida los mató a todos.
[1] Se matriculó
“en el Curso superior de Letras de la Universidad de Lisboa (con un especial
interés en la Cátedra de Filosofía), cursos que frecuenta desde finales de 1905
a mediados de 1907” (POT, pos. 1770).
[2] En su diario, entrada del 14/11/1915,
escribe: "En casa sin cena, porque no tenía dinero" (EEAA, p. 86). También en algunas
ocasiones tuvo que pedir dinero prestado a uno u otro amigo.
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