Ante un recipiente que suelta caramelos
cada treinta segundos, un chimpancé permanece inmutable. Si toma el caramelo
que cae, se corta la cadena y ya no caen más; si no lo toma, los caramelos
siguen cayendo y se acumulan. Se hicieron pruebas en las que el chimpancé podía
estarse hasta dieciocho minutos sin meter la mano en el dispositivo, todo con
el objetivo a largo plazo de hacerse de un enorme botín. Y si le dan juguetes
con que entretenerse, la demora en tomar los caramelos aumenta
considerablemente. “¿Significa esto —se pregunta Frans de Waal— que son
conscientes de sus propios deseos y se contienen deliberadamente? Si es así,
parece que estamos bastante cerca del libre albedrío” (El bonobo y los diez mandamientos, p. 167). Para este investigador,
ser consciente de los propios deseos y tener la capacidad de reprimirlos es lo
característico del individuo que posee lo que la Iglesia y la sociedad en
general denominan libre albedrío. Yo entiendo que el concepto de libre albedrío
implica otras cosas, bastante más complejas y mucho más difíciles de demostrar
que la existencia de deseos conscientes y represiones.
También nos aporta De Waal un incidente
protagonizado por el gran etólogo Konrad Lorenz y su perro Bully, luego de que este mordiera por accidente su mano. El perro,
habiéndose percatado de la mordida,
sufrió una crisis nerviosa. Estuvo
virtualmente paralizado e inapetente durante días. Yacía en la alfombra con la
respiración acelerada, ocasionalmente interrumpida por una profunda mirada que
le salía de lo más hondo de su atormentada alma. Miraba como si hubiera
contraído una enfermedad mortal. Este estado de abatimiento se prolongó durante
semanas, lo que llevó a Lorenz a preguntarse si Bully tenía una “conciencia” del bien y del mal (El bonobo y los diez mandamientos, p.
171).
No
descarto que los perros tengan algún tipo de conciencia sobre lo que es bueno y
lo que es malo, como tampoco descarto que el chimpancé de los caramelos sea
consciente de sus deseos y tenga la capacidad de reprimirlos; pero me niego a
relacionar estos estados de conciencia y esas represiones con el libre
albedrío.