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miércoles, 29 de enero de 2020

La ética familiar


Frans de Waal es partidario de la ética “familiar”: es nuestro deber anteponer los intereses de los parientes más cercanos a los intereses del resto de los ciudadanos. Esta ética, que es la ética que casi todos priorizamos, fue impugnada cierta vez en un debate por Peter Singer, pensador utilitario australiano famoso por su libro Liberación animal, que causó revuelo en el catolicismo y demás instituciones que ven a los animales como una simple rueda insensible del mecanismo que los humanos utilizamos para gratificarnos. Pues bien; según De Waal, Singer

lleva su utilitarismo al extremo de pensar que nuestra especie no merece un compromiso especial por encima de las otras. Así, el sufrimiento y la felicidad de personas y animales entran en una ecuación única que abarca diversos grados de sensibilidad, dignidad y capacidad de sufrir. Las matemáticas que se derivan son mareantes. ¿Equivale una persona a un millar de ratones? ¿Merece más un antropoide que un niño con síndrome de Down? (El bonobo y los diez mandamientos, p. 197).

Incluir a los animales dentro del espectro ético es algo tan viejo como el hinduismo, pero Singer, me parece, fue el primero que intentó sistematizar este compromiso. Lo del cálculo matemático me parece confuso; lo interesante es convencerse de que los animales tienen derechos, lo mismo que las personas en general, y que la Ética con mayúscula nos pide que no pisoteemos los derechos de los unos para favorecer los derechos de los otros. Pero de Waal no está de acuerdo, dice que hay que anteponer, siempre, el bienestar de nuestra familia al bienestar de los animales y al de nuestros conciudadanos, y el bienestar de nuestros conciudadanos al bienestar de los animales y al de nuestros no conciudadanos. Es una ética familiar y una ética patriótica, bien al uso de la tierra que lo cobija. Y cuando Singer, en aquel debate, intentó poner en un mismo escalón los derechos de nuestra familia y los de la gente corriente, sacó su contrincante un as de la manga:

Singer tuvo que admitir los inconvenientes de su propio enfoque cuando los medios publicaron que estaba pagando asistencia privada para cuidar a su madre, que se encontraba en un estado avanzado de la enfermedad de Alzheimer. Su réplica a la pregunta de por qué no canalizaba su dinero hacia gente más necesitada, lo que sería más coherente con sus propias ideas, fue la siguiente: “Puede que sea más difícil de lo que pensaba antes, porque es diferente cuando se trata de tu madre” (op. cit., p. 197).

La confusión del investigador holandés, al menos para mí, es evidente, porque aquí no estamos investigando la conducta personal de Singer sino una regla ética, si conviene o no conviene adoptarla. Singer la pregona pero no la adopta, ¿y qué? El juego no es criticar a Singer sino criticar su ética, y haciéndole pisar el palito con el tema de su madre no aclaramos nada en este sentido. La pregunta que hay que hacerse no es si metemos a nuestra madre con Alzheimer dentro de un programa de recuperación o contención costosísimo en lugar de destinar nuestro dinero hacia quienes más lo necesitan, porque evidentemente, llegados a esta encrucijada, la mayoría de nosotros priorizaremos a nuestra madre; la pregunta que hay que hacerse es la de por qué disponemos del dinero suficiente como para internar a nuestra madre en esa clínica, cuando la Ética universal nos ha recomendado desprendernos de todo nuestro capital y solo permanecer con los mínimos objetos indispensables. Singer rompió este compromiso, no se sacó de encima todos sus billetes, y entonces tuvo que transigir. Si hubiese donado todo su dinero desde un principio, la disyuntiva sobre qué hacer con su madre no se le habría presentado. Singer falló desde luego (¡es humano!), no estuvo a la altura de su ética, pero esto nada dice contra su ética misma, antes al contrario: es tan alta, tan encumbrada, tan divina, que nos resulta dificilísimo alcanzarla[1]. La ética de De Waal, en cambio, es de una implementación sencillísima, lo que ya de por sí la torna sospechosa; pero la piedra de toque para evaluarla son sus consecuencias: por causa de esa ética los holandeses y los norteamericanos están como están, y por causa de esa ética están como están los niños africanos.


[1] "Es muy extraño —dice Schopenhauer— exigir a un moralista que no exhorte a mas virtudes que las que él posee". Su tarea no es la de enseñar con el ejemplo, sino la de "reproducir de forma abstracta, general y clara toda la esencia del mundo, y depositarla como imagen reflejada en conceptos de la razón permanentes y siempre dispuestos: eso y no otra cosa es la filosofía" (El mundo como voluntad y representación, tomo I, § 68). De Waal le exigía a Singer que se comportara como un santo cuando solo tenía derecho a exigirle que se comportara como un teórico de la ética.

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