Frans de Waal es partidario de la ética
“familiar”: es nuestro deber anteponer los intereses de los parientes más
cercanos a los intereses del resto de los ciudadanos. Esta ética, que es la
ética que casi todos priorizamos, fue impugnada cierta vez en un debate por
Peter Singer, pensador utilitario australiano famoso por su libro Liberación animal, que causó revuelo en
el catolicismo y demás instituciones que ven a los animales como una simple
rueda insensible del mecanismo que los humanos utilizamos para gratificarnos.
Pues bien; según De Waal, Singer
lleva su utilitarismo al extremo de pensar que nuestra especie no merece
un compromiso especial por encima de las otras. Así, el sufrimiento y la
felicidad de personas y animales entran en una ecuación única que abarca
diversos grados de sensibilidad, dignidad y capacidad de sufrir. Las
matemáticas que se derivan son mareantes. ¿Equivale una persona a un millar de
ratones? ¿Merece más un antropoide que un niño con síndrome de Down? (El bonobo y los diez mandamientos, p.
197).
Incluir a los animales
dentro del espectro ético es algo tan viejo como el hinduismo, pero Singer, me
parece, fue el primero que intentó sistematizar este compromiso. Lo del cálculo
matemático me parece confuso; lo interesante es convencerse de que los animales
tienen derechos, lo mismo que las personas en general, y que la Ética con
mayúscula nos pide que no pisoteemos los derechos de los unos para favorecer
los derechos de los otros. Pero de Waal no está de acuerdo, dice que hay que anteponer, siempre, el
bienestar de nuestra familia al bienestar de los animales y al de nuestros
conciudadanos, y el bienestar de nuestros conciudadanos al bienestar de los
animales y al de nuestros no conciudadanos. Es una ética familiar y una ética
patriótica, bien al uso de la tierra que lo cobija. Y cuando Singer, en aquel
debate, intentó poner en un mismo escalón los derechos de nuestra familia y los
de la gente corriente, sacó su contrincante un as de la manga:
Singer tuvo que admitir
los inconvenientes de su propio enfoque cuando los medios publicaron que estaba
pagando asistencia privada para cuidar a su madre, que se encontraba en un
estado avanzado de la enfermedad de Alzheimer. Su réplica a la pregunta de por
qué no canalizaba su dinero hacia gente más necesitada, lo que sería más coherente
con sus propias ideas, fue la siguiente: “Puede que sea más difícil de lo que
pensaba antes, porque es diferente cuando se trata de tu madre” (op. cit., p.
197).
La confusión del
investigador holandés, al menos para mí, es evidente, porque aquí no estamos
investigando la conducta personal de Singer sino una regla ética, si conviene o
no conviene adoptarla. Singer la pregona pero no la adopta, ¿y qué? El juego no
es criticar a Singer sino criticar su ética, y haciéndole pisar el palito con
el tema de su madre no aclaramos nada en este sentido. La pregunta que hay que
hacerse no es si metemos a nuestra madre con Alzheimer dentro de un programa de
recuperación o contención costosísimo en lugar de destinar nuestro dinero hacia
quienes más lo necesitan, porque evidentemente, llegados a esta encrucijada, la
mayoría de nosotros priorizaremos a nuestra madre; la pregunta que hay que
hacerse es la de por qué disponemos del dinero suficiente como para internar a
nuestra madre en esa clínica, cuando la Ética universal nos ha recomendado
desprendernos de todo nuestro capital y solo permanecer con los mínimos objetos
indispensables. Singer rompió este compromiso, no se sacó de encima todos sus
billetes, y entonces tuvo que transigir. Si hubiese donado todo su dinero desde
un principio, la disyuntiva sobre qué hacer con su madre no se le habría
presentado. Singer falló desde luego (¡es humano!), no estuvo a la altura de su
ética, pero esto nada dice contra su ética misma, antes al contrario: es tan
alta, tan encumbrada, tan divina, que nos resulta dificilísimo alcanzarla[1]. La ética de De Waal, en
cambio, es de una implementación sencillísima, lo que ya de por sí la torna
sospechosa; pero la piedra de toque para evaluarla son sus consecuencias: por
causa de esa ética los holandeses y los norteamericanos están como están, y por
causa de esa ética están como están los niños africanos.
[1] "Es muy extraño —dice
Schopenhauer— exigir a un moralista que no exhorte a mas virtudes que las que él
posee". Su tarea no es la de enseñar con el ejemplo, sino la de
"reproducir de forma abstracta, general y clara toda la esencia del mundo,
y depositarla como imagen reflejada en conceptos de la razón permanentes y
siempre dispuestos: eso y no otra cosa es la filosofía" (El mundo como voluntad y representación,
tomo I, § 68). De Waal le exigía a Singer que se comportara como un santo
cuando solo tenía derecho a exigirle que se comportara como un teórico de la
ética.
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