Pero ¿es realmente un mal negocio,
espiritualmente hablando, ser solidario? Frans de Waal no lo acepta:
A menudo me he
preguntado de dónde puede proceder la idea del altruismo lesivo. Para el
budismo, por ejemplo, es un anatema absoluto, ya que se supone que el ejercicio
de la compasión nos llena de gozo. Este efecto no se limita a los adultos
autorreflexivos, sino que se da también en los niños pequeños, que obtienen
mayor satisfacción de dar regalos a otros que de recibirlos ellos (El bonobo y los diez mandamientos, p.
61).
Esto es verdadero dependiendo del niño: los hay quienes gozan regalando
y quienes gozan más recibiendo. En el adulto equilibrado, en el que el espíritu
está más afianzado y los resortes morales se despliegan en toda su extensión,
el ejercicio de la compasión es inevitablemente placentero.
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