La civilización alemana, toda de orden y de
disciplina, podía representarse en una camisa muy almidonada, con un cuello
casi férreo. Nada de espontaneidad en los movimientos, nada de gracia natural.
Disciplina y almidón. Recién llegado a Alemania, cuando uno recibe las primeras
camisas que le devuelve la lavandera, uno siente de golpe toda la rigidez, toda
la inflexibilidad, toda la dureza de esta civilización. Las blandas pecheras y
los puños blandos, que le permitían antes a uno toda libertad de acción, han
adquirido de pronto una solidez inquebrantable. Uno se mete en la camisa como
pudiera meterse en una armadura. Poco a poco va uno perdiendo sus actitudes
características, su soltura, su personalidad. Se entabla una lucha terrible
entre el extranjero y la camisa. La camisa, tan enérgica y poderosa, la
irreductible camisa, es Alemania y el almidón es su espíritu. El cuello postizo
desaparecerá de Francia, de España, de Italia; pero los alemanes seguirán
usándolo (“El cuello postizo”, artículo incluido en el compendio Alemania).
Cien años después de
haber sido escrito este artículo, ya no vemos cuellos postizos tampoco en
Alemania. ¿Será que no los vemos porque se les enrigideció a los alemanes el
cuello verdadero y el postizo ya queda de más? Esperemos que no.
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