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sábado, 19 de diciembre de 2015

Otra vuelta de tuerca sobre Nietzsche y el nazismo

Se dice por ahí —y yo escribí varios artículos al respecto— que la filosofía de Nietzsche es bastante compatible con la filosofía del nacionalsocialismo alemán. Julio Camba es más osado todavía. Para él, el nacionalsocialismo alemán es perfectamente compatible con la idiosincrasia del alemán medio, y la filosofía de Nietzsche no hace más que adular a esta idiosincrasia. El nacionalsocialismo era la justa consecuencia de esta idiosincrasia que el alemán medio ostentaba allá por principios del siglo xx (y que esperemos que ya no la ostente, pero estas cosas no sé si desaparecen tan fácilmente). Nietzsche solamente hizo de partera, de comadrona. El pueblo alemán abrió las piernas … y salió Hitler.

¡Nietzsche! Su genio es considerado por muchos un genio latino, mediterráneo. A mí ningún escritor me da una impresión más grande de lo que pudiéramos llamar alemanismo. Su filosofía es la filosofía de este pueblo fuerte, grande, sano, joven y lleno de apetitos. Cada alemán es un nietzscheano, aunque nunca haya leído a Nietzsche. Lo es orgánicamente, por el peso, por la estatura, por los músculos, por el estómago. Cuando un alemán va por la calle –un alemán típico–, parece como si fuera repitiendo la máxima de Nietzsche: «Perezcan los débiles». Y si los débiles no se apartan, pues perecen. «Perezcan los débiles: he aquí el principio de nuestro amor al hombre…» Yo no puedo leer esto sin representarme un batallón alemán en marcha. Todo ejército es un poco nietzscheano, como todo ejército es un poco alemán; pero el ejército alemán es nietzscheano especialmente. […] El alemán es nietzscheano orgánicamente, como lo es el gato con respecto a la rata. La moral de sus músculos, su moral orgánica, es nietzscheana pura, y el genio de Nietzsche es un producto alemán auténtico. Made in Germany (“Nietzsche el solitario”, artículo incluido en el compendio intitulado Alemania. Impresiones de un español).


Y lo más revelador de todo es que este artículo fue escrito antes del comienzo de la Primera Guerra Mundial, cuando Hitler era apenas un pobre pintor fracasado. Además de un gran articulista, Julio Camba fue un estupendo sicólogo social.

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