Dispongo ahora (durante los fines
de semana) de una hermosa casa emplazada en un barrio cerrado, en donde las
aves, las luciérnagas, la vegetación y el aire puro me invitan a vivir de un
modo inédito respecto de mi anterior domicilio, situado a metros de una ruidosa
autopista. Este contacto con lo natural, ¿facilitará, cuando me dedique a
escribir allí, mi labor, o será un factor neutro, que ni atraerá a las musas ni
las expulsará de mi presencia? Preguntémosle a Camba si ha podido inspirarse
con mayor esmero cuando se encontró rodeado de naturaleza no artificiosa:
Si yo tuviera una casita a
orillas del mar, o bien en la falda de una montaña, ante un paisaje de esta y
esta manera, ¡qué bien trabajaría allí! Esto nos decimos todos, y, sin embargo,
yo, por mi parte, nunca he trabajado más a gusto que en plena redacción, ante
un compañero que hace chistes y pide pitillos, o que en un antrillo sórdido,
debajo de una teja, en el quinto piso de una calle de mucho tráfico, llena de
bocinazos, de pregones y de toda clase de ruidos. En plena Naturaleza soy
hombre muerto. […] ¡Dios bendiga a esos hombres que ante el espectáculo de la
Naturaleza sienten el deseo irresistible de escribir […] y que, para
confeccionar un artículo de tres cuartos de columna, creen necesaria la
colaboración del mar, del cielo, de los árboles y de los pájaros! A mí la
Naturaleza me produce una sola inspiración: la de dormir, la de no escribir
artículo ninguno. […] Yo no comprendo que la
Naturaleza inspire a los escritores y que no inspire, por ejemplo, a los
cerrajeros. Es decir: eso de que frente a la Naturaleza un escritor sienta el
deseo irresistible de hacer un artículo, me parece igual que si un cerrajero
sintiera en el mismo caso el deseo irresistible de hacer una cerradura. Porque
los artículos y los dramas, los versos y las novelas tienen generalmente con la
Naturaleza una relación semejante a la que pueda tener la cerrajería. No nos
hagamos ilusiones. La literatura no es, como creen muchos literatos, una cosa
tan grande y tan bella como el mar o como el cielo; a lo menos, la literatura
que hace todo el mundo. (“Un sitio para escribir artículos”, incluido en el
compendio Maneras de ser periodista).
Demoledor. No esperemos, pues, que las entradas de
este diario mejoren en cantidad y calidad a medida que comiencen a redactarse
desde San Matías.
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