Las
consecuencias del estudio del idioma alemán:
No hace aún
mucho tiempo, un muchacho español se volvió loco estudiando alemán. Parece que
quiso aprenderlo en tres meses. Cada día se encerraba en su cuarto, durante
dieciocho horas, con unas gramáticas enormes y unos diccionarios formidables.
Apenas comía y casi no dormía. Sus pocas horas de sueño estaban pobladas de
dativos, de acusativos y de verbos irregulares. Los vecinos le oían soñar en
alemán. A los dos meses, en esta lucha del hombre con el alemán, el alemán
vencía. Nuestro pobre compatriota se volvió loco. Otros se vuelven idiotas, que
es peor, y, sobre todo, pedantes. Si yo llego a saber bien alemán sin volverme
muy pedante y sin ponerme completamente insoportable, mi mérito será realmente
extraordinario (“El insano alemán”, artículo incluido en el compendio Alemania).
Por
fortuna, los intentos de mi amigo y profesor Ricardo Maliandi —que Dios lo
tenga en la gloria— por enseñarme alemán con un método que, aseguraba, me haría
comprender lo básico del idioma en pocos meses (para escribirlo y leerlo, no
para hablarlo), por fortuna, considerando las palabras de Camba, dichos
intentos cayeron en saco roto.
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