Pero ¿habrán sido tan insoportables las irritaciones estomacales que padeció De Quincey como para tener que recurrir al opio, conociendo él perfectamente los peligros a los que se exponía consumiéndolo? Él dice que sí, pero más abajo se pregunta: “¿Hablaré con sinceridad?”, y espeta este párrafo que siembra la duda:
Confieso que siempre fue mi punto débil ser demasiado eudemonista: tengo un deseo excesivo de felicidad para mí y para los demás, no puedo enfrentarme al sufrimiento —pro de la guardia pio o ajeno— con ojo bastante firme, y soy muy poco capaz de soportar el dolor presente pensando en futuros beneficios. En otras cosas puedo estar de acuerdo con [...] la filosofía estoica, pero no en esto (Confesiones de un inglés comedor de opio, p. 47).
¿Y en qué otras cosas estaría de acuerdo con el estoicismo si no es en esto, en el soportar el dolor hasta las últimas consecuencias? Este es el meollo del estoicismo, el “abstente y soporta” de Epicteto, cualquier otra cuestión en la que pudiera concordar con esta corriente filosófica es una nimiedad comparado con esto. Abstente y soporta; De Quincey no soportó sus dolores y no se abstuvo de drogarse: de estoico no tuvo nada.
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