Siendo los escritores anglosajones, a diferencia de los latinos, muy pocos dados a las confesiones personales, se siente De Quincey obligado a explicar a sus lectores los motivos que lo incitan a escribir del modo en que lo hace:
Creerás tal vez que hago demasiadas confidencias y soy demasiado comunicativo de mi propia historia privada. Es posible. Pero mi manera de escribir es casi pensar en voz alta y seguir mis movimientos de humor, sin reparar en quién me está escuchando; si me detengo a reflexionar en lo que es propio decir a esta o aquella persona, pronto dudaré de que exista una parte de mi relato que con propiedad pueda contarse. Lo cierto es que me imagino que ya han pasado quince o veinte años y me hago a la idea de que escribo para quienes entonces se interesarán por mí; y como quiero ofrecer la relación de una época y soy el único que puede conocer toda la historia, doy a mi narrativa la mayor amplitud posible haciendo los esfuerzos de que ahora soy capaz, pues no sé si alguna vez volveré a tener tiempo para hacerlo (Confesiones de un inglés comedor de opio, p. 55).
El acto de la escritura como un apéndice del acto del pensamiento; y como todo pensamiento interno, despreocupado de cualquier otro receptor del mensaje que no sea uno. Y a la vez la escritura como relación y documentación de una época, con el enfoque puesto en un lector lejano en el tiempo que ansía conocer esta época, hasta en sus mínimos detalles, de primera mano. Me siento perfectamente identificado con estas explicaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario